martes, 24 de septiembre de 2013

La estirpe de los Hankoni-Ismaíl Kadaré



REALISMO MÁGICO A LA BALCÁNICA

La estirpe de los Hankoni es una novela corta escrita por Kadaré en 1977, y que en España aparece editada en el volumen Cuestión de locura, junto a otras tres novelas breves: la que da el título al volumen, la ya reseñada en este blog Días de juerga, y El desprecio. En La estirpe de los Hankoni, Kadaré busca relatar y retratar una saga familiar albanesa, con todos sus avatares y vivencias, sus costumbres, y la forma en que consigue salir adelante durante el periodo de tiempo que comprende desde el siglo XVIII, hasta el arranque del siglo XX.

Son diversos los símbolos de la vida cotidiana que el autor emplea para reflejar esta evolución del tiempo, fundamentalmente la casa, la tumba, las tierras y el mercadeo de la sal, primero, del petróleo, después, la usura, finalmente. De esta manera, picoteando en algunos años claves para la narración, 1703, 1729, 1789, 1800, hasta el amanecer del primer día del siglo XX, se despliega un texto repleto de simbolismo y señalado por algunos acontecimientos históricos claves, como la independencia de Grecia, la insurrección de Alí bajá de Tepelena, la introducción del alfabeto albanés, la Revolución Francesa, y acontecimientos de la vida privada y familiar de los Hankoni, marcada por un engaño en una cuestión de lindes, pecado original de la estirpe, y culminado con el infame asesinato colectivo de Roxana, que es ahogada a manos de sus familiares, acusada de haber perdido la honra con un albañil.

Con ese inicio, el engaño en la cuestión de tierras perpetrado por Baski Hankoni que juró en falso, toda la prosperidad posterior de la familia se verá comprometida al entrar en conflicto con el kanun, el código consuetudinario albanés, y en la deuda que contraen con él, al perjurar, deuda que nunca terminarán de saldar. Después, la construcción de la casa, a la que se añaden habitaciones y nuevas alas, reflejará el florecer de los Hankoni, a la par de cómo se van incrementando las sepulturas al lado de la construcción en la tierra robada, túmulos que van integrando los miembros de la familia. La evolución económica marchará acorde con el ritmo de los tiempos, y de vender sal pasarán al petróleo, superarán diversas crisis, y prestarán dinero a interés, tal vez mostrando así la degradación de la familia, porque, tal y como subtitula Kadaré, el texto no se trata nada más que de una “crónica familiar”. Una novela corta de una gran densidad y enorme potencia.

Repleto de guiños autorreferenciales a su propia obra (el Tabir de El Palacio de los sueños, la rebelión de Tepelena de El nicho de la vergüenza, el suceso de la introducción del alfabeto que aparece ya en El puente de los tres arcos, la traición al kanun, código sobre el que versará la novela Abril quebrado), incrustan esta narración en el corazón de la producción de Kadaré; viene a complementarla, como si permitiera aproximarse al resto de sus novelas desde otro punto de vista. Es una especie de solapa o doblez que ilumina algunos relatos, pero también otras ideas levemente pergeñadas entre párrafos de sus textos. Todo ello, completado con una reflexión sobre el paso del tiempo, los gobiernos y el devenir de los estados, y el ser humano como una mera marioneta azotada por la historia y la política, aunque haya intentado defenderse integrado en el seno de una gran familia, que acabará fracasando como saga. Ni tan siquiera le restará a los Hankoni el orgullo de salvar el postrero testamento, declarado nulo.

Puede que su derrota ya se encontrara marcada en el inicio de los tiempos.

Una especie de micronovela-río, aunque parezcan términos contradictorios, una historia de sagas, que quizás hubiera pedido mayor extensión porque algunos elementos de sobra interesantes aparecen constreñidos por la brevedad aunque, aún dentro de su género y apretada por esos goznes, es un texto brillantemente realizado.


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