POETA, POR ENCIMA DE TODO
Quien pueda sorprenderse de esto, es porque no ha profundizado lo suficiente en la obra de Charles Bukowski: Bukowski es, fundamentalmente, por encima de todo, un prodigioso poeta. Cierto es que, como narrador, atesora una novela capital, Cartero, y otras notables como Factotum y Mujeres; que La senda del perdedor es una obra de aquel “otro Bukowski” que podría haber sido, más reposado, académico, con gusto por las descripciones y por el narrar correcto. Después, Pulp ya es una parodia de sí mismo, tal vez mejor de lo que parece, pero novela muy por debajo de sus posibilidades, y Hollywood no pasa de resultar una suerte de biografía más o menos entretenida y algo desganada. Entre todo aquello, un puñado de cuentos y relatos breves realmente notables, junto a una sobreproducción de textos cortos, unas veces con menor y otras con mayor fortuna en su escatología. Y por encima de todo ello, poemas y poemas, toneladas de poemas sencillamente formidables.
Este es el caso de
¡Adelante!, colección de poemas de la época final de Bukowski, que se
han publicado, al parecer por exigencia del propio autor, de forma póstuma en
2006, quizás con la esperanza o la intención de regalar a sus seguidores (que
somos legión) algunos textos nuevos de una manera sorprendente, cuando ya se
pensaba que nada más había quedado del viejo Charles. Bienvenido a mi
infierno agusanado, arranca el primer verso del primer poema, que da título
al libro, ¡Adelante! Está claro, es el Bukowski en estado puro, aireando
sus delirios de alcohol y destrucción, quién nos sale al encuentro, de nuevo,
con esa fuerza capaz de conmovernos y esas estructuras de poemas cerrados en
redondo una y otra vez, con finales que son como ganchos, como uppercuts
que demuelen el poema, que lo colocan en relieve y que lo hacen resonar de
nuevo en la cabeza del lector, gracias a esas inflexiones finales tan
características de su autor, y por cierto, tan complejas de llevar a cabo.
Humillante
contemplación, dosis de metaliteratura, reflexiones sobre el propio poema en
sí, autoconciencia de la muerte, y una gran atención a los elementos que
conforman el acto de escribir, son la materia poetizable en este volumen. No es
una materia ajena al autor en otros libros, viene, fundamentalmente, a ser la
misma, las mismas angustias que se repiten en su imaginario y que dan lugar a
poemas crudos, tan sensibles en su aparente insensibilidad, tan victoriosos en
toda su profunda derrota y tan amargos en sus amarguras.
Como un juego de
cajas chinas, estos poemas contienen una reflexión sobre la necesidad y el
drama de hacer poesía, y esa reflexión contiene un manual de literatura, y ese
manual poético de literatura contiene, al fondo, al propio Bukowski que, a su
vez, contiene un puñado de poemas conmovedores que, a su vez, albergan a Cummings;
y así, se alcanza a Cummings a través de Bukowski y, desde Cummings, después,
se regresa otra vez a Bukowski y se cierra toda la reflexión metaliteraria al
leer estas poesías.
Un excelente
compendio de poesía póstuma, un poco a la baja si se compara con otros libros
de Bukowski, pero igual de emocionante, y para muestra, me quedaré con un poema
de esta selección, titulado “Mi canción”:
consternación
de sobras,
dolor
en abundancia
días inquietos
y
noches
insomnes
siempre peleando
con todo tu
corazón y tu alma
para no
fracasar en
eso de vivir.
¿quién podría
pedir
más?
Así es la poesía de Bukowski, un continuo refocilarse en la amargura,
en el fracaso existencial tan sólo salvado por la poesía. Y por eso, nosotros,
sus lectores, lo salvamos cada día, salvamos a Charles con cada lectura de un
texto suyo, y nos acercamos, poco a poco, con cada poema, a la nuestra, al
borde de nuestra propia salvación que gotea en cada reflexión poética, porque no
hay infierno como tu propio/ infierno y /nunca /hay nadie más /para compartirlo
contigo, nos avisa en “Hola y Adiós”.
A este libro de poesía póstumo se debe llegar
como a un fondeadero tras haber leído los poemarios fundamentales de su autor. Es un corolario, un libro testimonial que
alberga muy buenos poemas, pero que necesitan del habernos nutrido previamente de
la obra anterior. Un Bukowski pleno de potencia y acidez, magnífico en los poemas vitriólicos de
quién, como titula una de sus composiciones aquí seleccionadas, es el puto
amo de la jodienda. Pues eso.
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