viernes, 7 de septiembre de 2018

El túnel-Ernesto Sabato


*Esta reseña apareció en el sitio Mi Nueva Edad:

https://www.minuevaedad.com/actualidad/2018/9/3/el-libro-del-mes-el-tunel-de-ernesto-sabato/

Título: El túnel
Autor: Ernesto Sabato
Editorial: Cátedra
Número de páginas: 165
Año: 1987
Literatura de la desesperanza
Estamos ante la primera novela de Ernesto Sabato que, aunque muchos lo acentúen, como se trata de un apellido de origen italiano —calabrés en concreto— no lleva tilde aunque se pronuncie como esdrújula; con tilde es una castellanización del apellido. Y esta primera obra es una pequeña obra maestra que marcó de forma determinante las letras argentinas.
Me refiero a que El túnel es una pequeña obra maestra debido a su extensión, apenas sobrepasa las cien páginas de texto (las 165 que presenta el volumen de Cátedra que recomendamos se deben al estudio introductorio). Sin embargo, Sabato consigue plasmar, en un recorrido tan breve, la angustia del ser humano que se encuentra en este mundo como un extranjero solitario e indefenso. Una angustia que impulsará a su protagonista, Juan Pablo Castel, a cometer un asesinato.
Y no estoy cometiendo un spoiler literario al afirmar que Castel asesina a su amada, María Iribarne, porque en un golpe de tuerca legendario, que después será muy repetido en la literatura hispanoamericana (recordemos que El túnel se escribió en 1948), Sabato se encarga de anunciárnoslo en la primera e impactante línea de texto: “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a Maria Iribarne”.
Desde semejante propuesta de arranque narrativo, y dado que el asesino y el asesinato han quedado al descubierto nada más comenzar, ¿qué nos puede ofrecer Sabato en el armazón narrativo de El túnel?
Pues ahí radica la importancia de la novela, un análisis de la condición trágica del hombre, angustiado en un tipo de soledad metafísica que es producto de un mundo en donde solo importa el poder del dinero y en donde pesan demasiado los errores del pasado. Juan Pablo Castel arrastra esas cargas que se traducen en desesperanza y temor, que terminan concretándose en una pérdida de la identidad y en una aguda conciencia de la angustia.
Sabato crea, de esta manera, un personaje eterno e inmortal, que puede codearse con toda la galería de protagonistas de novelas que abarcan el siglo XX y que sufren del extravío de la identidad y del desarraigo, y que son criminales o se encuentran a la puertas de serlo: el Mersault de Camus, el portero Bloch de Handke, el Linacero de Onetti, los personajes de Houellebecq o el Jacques Austerlitz de Sebald, entre otros muchos.
El túnel es la historia de la desesperanza; es literatura de la desesperanza y de la descomposición de los valores humanos como consecuencia de la sociedad que hemos creado, que nos devora. Por ello, El túnel es una novela oscura e introspectiva, que hurga y ahonda en la conciencia más obtusa y negativa de sus personajes protagonistas, pero también lo hace en las nuestras, consiguiendo que nos preguntemos, de forma incómoda, sobre el objeto y el motivo de nuestra existencia y de aquello que provoca y desencadena nuestros actos.
Reflexión sobre el mal y el bien, la prosa de Sabato desborda ese recipiente moral para adentrarse en un complejo estudio sobre los aspectos más borrosos de nuestra naturaleza, para concluir que existe un solo túnel oscuro y solitario: el propio, el personal e individual, y que los muros de ese túnel, de ese infierno en donde se contiene la esencia del hombre malvado y agresivo que nos devora por dentro, son cada día más herméticos.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Amenaza-Mara Mahía/Oliver Besnier

Oliver Besnier se alió con Mara Mahía para escribir una novela a cuatro manos. Supieron muy bien cómo crear expectación, como vender las cosas de forma original y diferente, y dieron un sorprendente golpe de efecto con esta primera publicación. Originalmente, Amenaza venía firmado por un enigmático M. B. Lunas, seudónimo que Mara y Oliver confabularon juntos. Una vez creado el conveniente misterio se desveló que la novela estaba escrita a cuatro manos.


Nunca he creído mucho en las novelas escritas a cuatro manos, o incluso por colectivos. Sin embargo, un ejemplo de gran brillantez es Q, de Luther Blisset, seudónimo tras el que se encuentra un grupo de cuatro escritores italianos. Ellos hicieron una buena novela, ¿por qué no podría serlo Amenaza?


Y vaya que sí que lo es. Amenaza, seamos exactos, de Mahía/Besnier, es un breve trayecto literario de 97 páginas, repleto de talento y buenas intuiciones narrativas. El libro nos cuenta una destructiva historia familiar de dos hermanas repletas de enconos que no dejan de mirar al pasado trágico; las relaciones tóxicas con los padres, las cargas de culpa, la mala conciencia, los abandonos, la dejadez sentimental, el odio y el resentimiento.
Amenaza es un amargo compendio de las más habituales conductas humanas en una narración desde dos planos que se alternan: la historia de Jana y la historia de Alis. Esta bifocalidad le proporciona una agilidad especial al libro, que salta de un punto de vista a otro, pero siempre dándonos la impresión de que se nos oculta algo.
La tensión en Amenaza va creciendo a medida que las historias se solapan, cuando los odios impregnan no solo las relaciones, también los propios recuerdos. El lastre del pasado, de lo que se hizo en ese pasado, pero también de lo que no se llegó a hacer, es como un cáncer que todo lo corrompe, extendido hasta el tuétano en la familia de las dos hermanas.
Este texto ágil, rápido y voraz, saca a flote el análisis psicológico de los personajes, algo que tal vez ya no esté muy de moda; lo recupera y lo muestra como una forma de hacer buena literatura. Literatura de sentimientos, pero no de sentimientos ñoños, ni blandos, sino literatura de sentimientos caníbales, escritos desde el corazón y los pulmones, desde el hígado y los riñones, poniendo el alma y la anatomía en ello, para un ejercicio muy sólido de honestidad narrativa.
Cuadernos Heimat, nombre que urdió Mara Mahía para la editorial, al igual que el ideario o descripción estética que se busca con ello, no podría debutar mejor. Esta primera entrega —creo que puede encontrarse en la biblioteca del metro de Barcelona—, es una promesa de muchas cosas atractivas e interesantes que pueden venir de la mano creativa de Mara MahíaOliver Besnier. De Mara Mahía, aparte de sus dibujos, venimos disfrutando de sus Maragramas. Una muestra de su originalidad la encontraréis en su Instagram, @maramahia.

Porque la buena literatura no conoce de lugares excluyentes, tal y como al final de Amenaza, con mucha perspicacia, se advierte: el libro se terminó de imprimir “en algún lugar de Polonia”.
Alfred Jarry, cuando estrenó su inmortal obra Ubú, Rey (un 10 de diciembre de 1896 en el Noveau Theatre de París), dio un pequeño discurso introductorio en el que afirmó que:
En cuanto a la acción que va a comenzar, se sitúa en Polonia, o sea, en ninguna parte”.
Por eso Amenaza, la propia editorial de Cuadernos Heimat —por otro lado con mucha fidelidad a lo que Mahía define como Heimat—, se ubican en algún lugar de la ubuesca Polonia, es decir, en ninguna parte y en todas, porque la literatura pertenece al lugar al que llega y desembarca o aterriza, al lugar de nuestro interior en donde la albergamos para que nos acompañe siempre. 

sábado, 1 de septiembre de 2018

La noche divide el día-Mario Blázquez



*Esta crítica apareció en Achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/mario-blazquez-la-noche-divide-el-dia-o-la-escritura-en-las-fosas-abisales/

Mario Blázquez: La noche divide el día o la escritura en las fosas abisales

Un nacimiento siempre es un motivo de alegría. Más aún, si el nuevo alumbramiento es editorial. Como todo recién venido a este mundo, la nueva editorial es pequeña, pero con una virtud esencial: es independiente. Y se llama Editorial Dieci6. Como toda nueva empresa arranca repleta de ilusiones y de fuerza, pero no ignora que las dificultades serán descomunales; los problemas de distribución y visibilidad en el punto de venta, la batalla por intentar conseguir un hueco saturado y monopolizado por los dos grandes grupos editoriales, la necesidad de tener que pagar prácticamente por todo para abrirse camino: desde conseguir un mínimo lugar en la mesa de novedades de la librería de turno, pasando por unas migajas en la prensa… Sin embargo, pese a los obstáculos, en el ánimo se aferra la convicción de mantener una idea propia, una personalidad característica. Para ello, Editorial Dieci6 ha comenzado publicando dos libros, ambos de relatos: Lo imaginado, de Juncal Baeza y La noche divide el día, de Mario Blázquez. Os voy a hablar de este último.

Ya el título del libro de Mario Blázquez, ese La noche divide el día, señala claramente el lugar por donde se van a mover los personajes y las narraciones: En una zona crepuscular y casi cuántica, una brecha de tiempo y luz. Quienes hemos vivido mucho en esta franja ya sabemos la metamorfosis que nos ocurre: nos convertimos en seres opacos que vagamos como alucinados.


Por tanto, los siete relatos que componen el libro están protagonizados por personajes que se encuentran justo en el filo, en el borde de la luz, o en el borde la oscuridad, en esa intersección desde la que están a punto de abalanzarse sobre el abismo de la noche. Y una vez que acceden a esa zona ya se convierten en seres marginales, derrotados y ensimismados, en una especie de zombis de los sentimientos y de la existencia. Utilizando un adjetivo del escritor albanés Ismaíl Kadaré, se vuelven en una especie de funervivos que se deslizan por las noches y que se ocultan por el día para languidecer, hasta agonizar.
Los que me conocen ya lo saben muy bien: durante once años yo fui un funervivo más, atrapado en un infernal trabajo de noche que me obligaba a moverme a contracorriente, tal que estos personajes de Mario Blázquez. Él lo entiende muy bien cuando en el relato Contenido sensible nos presenta a un trabajador nocturno que, además, bucea en el Internet profundo.
Trabajo nocturno, solitario, y el Internet profundo. Esa zona oscura y oculta del ciberespacio. Así son los espacios del libro, indefinidos, como ubicados entre dos luces, y es necesario proyectarse en las zonas de eclipse para poder descubrirlos. Mario Blázquez tiene oficio, nervio y buena mano para levantar este compendio de tinieblas y caracteres neblinosos.
La dicotomía entre el día y la noche no es puramente física. Primero, porque existe una realidad oculta que no podemos percibir ni en los momentos de mayor claridad, un reino de sombras que también es una morada interior. La oscuridad propia forma parte de nosotros. Y en estos relatos los seres luminosos, los seres de luz, han desaparecido por completo. Estamos ante una galería de personajes abisales que, como esos peces que llevan una antena dotada con su propia lucecita, apenas perciben un pequeño sector de lo que les rodea. Y deben entenderlo avanzando, adentrándose en las tinieblas.
Cada ser cavernario del texto interactúa con un lugar apagado y misterioso, desde esa sala de trabajo solitaria, pasando por un cine de madrugada, un cuarto de estar con la televisión encendida hasta las tantas, un extraño viaje a Marruecos que es como el acceso a otra realidad paralela (y como paralela, sometida a leyes incomprensibles), el camino de una carretera secundaria al atardecer, la sórdida trastienda de una tienda a media noche y hasta un sótano regido por otros códigos del espacio y del tiempo, al menos para quienes lo habitan.
Si reflexionamos sobre el título, de nuevo, ese La noche divide el día, encontramos la clave del libro: lo que impera es la oscuridad. En ella, las horas de claridad son anecdóticas. El fenómeno extraño es que disfrutemos de unas horas de luz porque todo, realmente, está sometido al imperio de la noche. La noche se apodera de los personajes, que no parece que sepan defenderse de la vida a pleno sol. Son vampiros sociales. Son seres desgraciados que batallan por escapar de las garras de ese pulpo de oscuridades. Ellos conocen las partes ocultas, esas que no perciben la mayoría de las personas que por el día se creen vivas.
Se trata así, de una noche nutricia: es una noche que se alimenta de las emanaciones de los protagonistas hasta opacarlos, pero que a la vez les insufla un hálito de vida para que puedan continuar sobreviviendo con un latido mayor que el de los seres diurnos. Esta combinación de personajes y lugares en el fragmento crepuscular es el mayor acierto del texto, que lo dota de un relieve inflamado y doloroso, como un tatuaje mal cicatrizado.
Estos lugares de indeterminación existencial arrancan en el primer relato, Sesión golfa:
Viernes, o sábado ya. Cine Ideal. Sesión de las 00:45. A esa hora el cine parece distinto, se acerca más a una película, y la película menos al cine. Versión original con subtítulos en castellano. Las personas, al igual que las películas, tienen varias versiones: la original, la doblada, la censurada o mutilada, la extendida, el montaje del director (…) Las salas nunca se llenan en esas sesiones, no hay más de diez o doce espectadores, algo que resulta atrayente para otro tipo de asistentes: los que pretenden ser invisibles”.

Se acaba de formular la cosmogonía de todos los relatos que componen el libro. Es viernes, o tal vez sábado, se transita por la frontera inexacta y dudosa de la franja que divide dos días. Las personas albergan muchas versiones diferentes en su interior, versiones oscurecidas, tapiadas, condenadas, que dejan aflorar en función al momento y al lugar en donde se encuentran; es decir, presentan una mayor o menor resistencia a la intensidad de la luz que se propone traspasarlas y herirlas como a un San Sebastián. Y el momento de indecisa luminosidad es el instante preferido de quienes pretenden ser invisibles.

Los funervivos de Kadaré son seres que terminan por volverse invisibles a causa de la alucinación que les provoca el moverse entre las dos placas tectónicas de la imaginación y la realidad. El cine casi se parece a una película en esos momentos de la madrugada, es decir: lo real se metamorfosea en lo imaginario, lo imaginario en lo real, hasta que sólo los invisibles son incapaces de distinguir entre una u otra circunstancia.
Por eso, es en estos lugares en donde se entablan relaciones con otros personajes al límite de la oscuridad. En las salas de cine dos funervivos se reconocen, también en el sótano que aparece en el relato La noche divide el día, o como ocurre con los extraños compañeros de trabajo nocturno en Contenido sensible. Los seres crepusculares solo pueden relacionarse en el no-lugar, parafraseando a Marc Augé, del crepúsculo.
Cuando las sombras los ocultan a todos, ellos, víctimas de un tenebroso fenómeno de anagnórisis, se descubren unos a otros porque es en esos instantes de claroscuro cuando imaginación y realidad se confunden:
Se apagan las luces, la sala queda completamente oscura y las voces se apagan, cortantes. La mayor atención del evento se concentra en ese intervalo entre el sombrío silencio y el comienzo. Muchas veces, incluso más emocionante que el evento en sí. Las expectativas suelen ser superiores a la realidad. Eso es lo que Héctor, en ese preludio, valora: es superior la imagen que tiene de Leiza, la expectativa, que ella en sí”.
En el extraño viaje marroquí del relato Caminos de distorsión, el protagonista vive por las noches una realidad alucinada y paralela. Sólo la recepcionista del hotel parece comprender que se trata de un ser que se desliza por el borde de la luz, o que patina por el asidero de la oscuridad. De hecho, ambos también parecen reconocerse:
Aparecí por la recepción y fue entonces cuando la chica del hiyab, mi amiga en los tránsitos entre el día y la noche, entre la realidad y la ficción, me miró de un modo extraño”.
A veces, se nos presentan personajes en el borde justo del abismo, momentos antes de abandonar la luz y abrazarse a la oscuridad. Tal ocurre en el interesante relato I ching y todo lo demás, en donde el pasadizo a lo oscuro se encuentra justo al atravesar una puerta que lleva a la habitación en donde duerme la borrachera una chica anónima, que dos muchachos han rescatado de la calle. Al cerrarse esa puerta,
solo queda un rectángulo de luz, el contorno de la puerta, contrastando con la oscuridad”.
Y la decisión de albergar la noche en el interior de los personajes ya ha sido tomada.
El primer párrafo de Contenido sensible explicita claramente lo que significa esta vida clandestina en la oscuridad; el protagonista, trabajador nocturno, reflexiona:
Estoy convencido de que la noche lo modifica todo: los lugares, las personas, las emociones, las percepciones; las malas ideas se traducen en malas ideas con posibilidades. La noche abre puertas que durante el día permanecen cerradas. Desde hace tiempo me escondo, trato de evitarla, refugiándome en una zona segura. Por el día, me basta con no exponerme. Digamos que vivo en una capa más profunda de la realidad visible, en un nivel oculto”.
Es el corolario del trabajador nocturno, que percibe esa otra realidad, la verdadera: una realidad terrible que permite que afloren esos horrores ajenos a los ciudadanos diurnos, horrores que les son ajenos, aunque se encuentran allí, a su lado, solo que ellos no pueden percibirlos; nosotros, afincados en nuestro eclipse, sí que podemos:
Toda esa basura que veía por la noche era la misma que me rodeaba por el día en la calle (…) Llegué a la conclusión de que estamos en las dos porciones de la red, solo que hay una parte de nosotros indexada y otra no. Una que se muestra y otra que se oculta”.
Los seres abisales, del crepúsculo, de la zona oscura, o como queramos llamarla, están condenados a habitar en ella. Les resulta imposible zafarse y si se aventuran a exterior, entonces, perciben su propia marginalidad en toda la brutalidad de su dimensión:
Descubrimos un exterior donde no era noche ni día, una franja de tiempo elíptica en la que apenas coincidíamos con otras personas. Parecíamos cuerpos varados en el vacío, noctívagos a los que algún desajuste había impulsado a existir allí. Éramos sombras visibles unos para otros, guardando con celo el hecho de que no debíamos estar ahí, no queríamos ver ni ser vistos”.
Por ese motivo, los personajes de este libro de relatos de Mario Blázquez son seres condenados a lo oscuro, que boquean en la asfixia del día, que únicamente son capaces de adquirir formas y relieve en el corazón de la noche, cuando la mayoría duerme, ignorantes de que en esos momentos se están escribiendo libros como este que nos ha traído la Editorial Dieci6.

Luego, por la mañana, cada uno transita con su propio albedo de miserias, cansancio y desesperación, mientras las criaturas que se han bebido la luna se embozan en su tenebrosa capa de oscuridades, con el pavor de que alguien sea capaz de abismarse en su interior y, entonces, se percate de la monstruosidad del mundo.