miércoles, 12 de febrero de 2014

Mooch-Dan Fante



LA HERENCIA DE LOS MALDITOS

En Mooch, Dan Fante va mucho más allá de sus homenajes y reivindicaciones de Bukowski, cummings, Carver y de su propio padre, John Fante. Se ha liberado del peso que ha dejado vertido en las páginas de Chump Change y, ahora, puede desencadenar una trama propia que evoluciona efervescente e hipnótica. Evidentemente, sigue habiendo mucho en Dan Fante de los autores anteriormente enumerados, pero ahora su trabajo abandona ese estilo de patchwork literario, ya no es un Frankestein de referencias literarias, el monstruo ha encontrado una autonomía propia y arrancado a caminar con paso fuerte, gracias a la solidez de los personajes, y a mostrarnos que, esta vez y a diferencia de la novela anterior, el mundo que se expande más allá de la narración en primera persona, el mundo externo al protagonista es un mundo macizo y atractivo, con personajes complejos.

A pesar de cierta querencia por el rasgo estereotipado, Dan Fante suple esa manía con una presentación atractiva de los personajes y un reflejo vivo y con relieve de las situaciones. El mundo reflejado es todo lo contrario al sueño norteamericano, pero sí que muestra las dobleces terribles y ocultas del american way of life con un Los Ángeles por donde pululan prostitutas, drogadictos, pervertidos, desarrapados y desahuciados, ex alcohólicos, reincidentes y, los personajes estrella de la novela: vendedores a comisión capaces de cualquier cosa por cerrar una venta.

En Mooch, Dan Fante afina su universo narrativo atisbado en Chump Change centrándose en una oficina de ventas telefónicas a comisión, que permite exponer todo un muestrario de seres humanos que hacen gala de las más variadas miserias, en un despliegue de envidias, venganzas, violencia, cinismo, traición y cobardía, que recuerda un poco a ese mundo de la venta de inmuebles retratado en la película Glengarry Glen Ross o que recientemente hemos podido ver en esas salas de ventas telefónicas que aparecen en El lobo de Wall Street.

Referencias cinematográficas aparte, sin duda, este es el acierto del autor, insertar a su protagonista, Bruno Dante, en un mundo real con el cual poder interactuar, desde cajeros en tiendas de comida china o licorerías, hasta inquisitivos y competitivos jefes en la sala de ventas. Algo que en Chump Change no sucedía del todo, dando la impresión de que el mundo desfilaba por delante de los ojos de Bruno Dante como si asistiera a una representación irreal de la que siempre saldría indemne, como si la vida fuera el delirium tremens de una de sus borracheras, al estilo de cuando el Chinaski de Bukowski se quedaba hastiado de cervezas y whisky derrumbado en el sillón del apartamento y entregado a ver el desfile de la vida que se paseaba por delante.

Ahora, en Mooch, el protagonista interactúa con su entorno desde la sobriedad en unas ocasiones, y desde la borrachera desmesurada, en otras, y la novela se multiplica así, gana una realidad y una presencia demoledoras que la hacen atractiva, adictiva y fascinante. Hay trama, hay personajes, hay historia, independientemente de que haya homenaje (pero ya no servidumbre) a Bukowski y a John Fante, algo que no siempre se podía decir que ocurría en Chump Change.

Un texto plagado de fuerza y furia, con ganas de contar y narrar, nervio y mala uva, literatura como desagravio a los agravios de la vida, desde luego.



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