miércoles, 4 de julio de 2012

El material humano -Rodrigo Rey Rosa-.



UN DERROCHE IMPERDONABLE

Es la novela de Rey Rosa una novela pésima, y lo es en tanto en cuanto podría ser muy buena. Siguiendo la máxima de que “la novela es un saco en el que cabe todo”, ya tan reiterada, el autor decide construir en forma de diario desestructurado y fragmentario un discurso autoficcional en donde inserta aquello que le viene en gana: desde otras lecturas y citas, hasta reflexiones o pensamientos poco ocurrentes, sueños, pesadillas y borracheras, noticia de reuniones, comidas y charlas con pseudointelectualoides del momento, todo ello aderezado con un estar permanentemente satisfecho de haberse conocido y dando la sensación al lector de que nos encontramos ante un tipo de los que de verdad merecen la pena... una especie de adalid literario.

Todo ello, obviamente, lastra la trama, si es que existe semejante trama. Porque la autoficción devora a sus hijos, y tan importante es la vida privada del autor, sus devaneos sentimentales, su vida familiar, como la presunta investigación de un mega archivo policial y de la figura de Bernardo Tun, agente represor y creador de los sistemas de investigación policiales en Guatemala, trama que se nos queda totalmente estragada por el cúmulo de informaciones paralelas (incluso unos listados de delincuentes plúmbeos y agotadores), y por la aplastante presencia del propio escritor ensimismado en su confección de los desordenados diarios.

Supongo que este es el mal que hizo Soldados de Salamina, un texto que, con el paso del tiempo, espero que se vaya descubriendo en todo lo falaz y venenoso que le ha resultado a la literatura española. Si se desea consultar un modelo de autoficción, su principio y final lo tenemos en Austerlitz, de Sebald, ejemplo de cómo la figura integrada del autor en la narración la enriquece y no la arroja por los suelos en un festival de ego repugnante.

Por ello, estamos ante una novela, si podemos llamarla así, que además no conduce a ninguna parte, sino a dar una muy desvaída imagen de Guatemala, mezclando personajes políticos, guerrilleros, secuestros y secuestrados, atentados y una caótica nómina de aburridos chascarrillos que el autor presupone de interés literario; una novela que podría haber resultado de mucho interés a poco que el autor no hubiera empleado una mayúscula desgana a la hora de ensamblarla, hubiera cuidado un poco más sus intervenciones y se hubiera ocupado de resolver una trama que no avanza hacia ningún sitio y que muere, de puro cansancio, sin solución alguna.

Pésimo texto, en efecto, derroche de materiales y recursos, con ciertos momentos de autocomplacencia y ego realmente nauseabundos, en donde es lamentable que esa corriente que subyace en él no haya visto la luz en unas manos tan torpes como las de Rosa en esta novela.

Es un proyecto de algo que ni tan siquiera podría denominarse novela en puridad, un texto fragmentado por la desidia que prostituye la autoficción. Un ejercicio de autoindulgencia por encargo.

3 comentarios:

  1. Tuve que dar una clase acerca de este libro a mis compañeros y encaré la lectura con muchas expectativas (esperaba encontrarme con una ficción periodística de la talla de Operación Masacre). Me llevé un terrible chasco, en esta pseudo novela lo único que predomina es una latencia constante y abrumadora. La cadencia soporífera y la sensación de "va a pasar algo en cualquier momento" resulta muy tediosa. A una prosa saturada por la cantidad de citas inmotivadas, ensoñaciones deshilvanadas, y diálogos inconducentes se le suman los desencuentros y los titubeos por parte de un protagonista que no se decide a comprometerse del todo con una causa. Esta novela es la radiografía de un cobarde parado en la encrucijada y listo para huir hacia donde le resulte mas conveniente.

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  2. Pues tú mismo lo has dicho, estimado Juan Manuel.. está alejadísimo de cualquier parecido con el calado y el fuste de Operación Masacre, un gran texto.
    Lamento que perdieras el tiempo con esta lectura.
    Gracias por tu comentario.
    Un saludo.

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  3. Tenemos la sensación de que sucederá algo pero ese algo nunca llega. Creo que hay un afán posmoderno de incluir todo pero la poca relación entre unas cosas y otras nos deja poco margen para comprender la importancia de lo se narra: las épocas convulsas de una Guatemala asediada de violencia que no puede recurrir al orden ni a la seguridad; y cuya historia está condenada a ser leída desde la perspectiva de quienes mandan.

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