TROYA: CAPITAL DE ALBANIA
Un furgón oxidado, hundido en el barro y situado a las afueras de Tirana, es el nuevo Caballo de Troya, o así es el Caballo de Troya actual para el escritor albanés Ismaíl Kadaré, en su novela El monstruo. Los emboscados en el interior del caballo, una suerte de personajes desdibujados que se alimentan de un odio furibundo, comandados por un extraño y metaliterario Ulises K. (¿K. de Kafka, de Josef K. o del propio Kadaré), todos ellos, sueñan con pasar a cuchillo y a fuego la ciudad que contemplan desde su refugio: ven anuncios y cafeterías en lontananza, y se consumen en la espera y uno no puede dejar de preguntarse qué verían por alguna tronera o grieta en la madera, aquellos otros, los del artero Ulises, que ponían sitio a Troya.
El rapto de Helena,
tan decisivo, perpetrado por Paris, es ahora llevado a cabo en un taxi después
de una fiesta que anuncia un matrimonio concertado, en una casa de Tirana: ya
no existe ese mar reverberante por
donde se conducen las naves. Y así, elemento tras elemento, reescritos para la
actualidad: el algo rijoso Paris es Gent Ruvina, Helena, en realidad, se llama Lena; Menelao
es Max, Laocoonte es un campista dominguero ebrio que, en lugar de una lanza,
arroja una botella de cerveza contra el caballo, ahora furgón… Kadaré
reinterpreta así todo el mito, en donde el propio Caballo de Troya tiene una
función que va más allá de la meramente bélica: el Caballo representa el poder
político, el Estado Totalitario, la Albania de Hoxha. El Caballo siembra el terror
en los hombres, su figura se les aparece en sueños, vigila, inalterable, desde
su lodazal en los arrabales de la ciudad, todos y cada uno de los movimientos
de los ciudadanos.
Pero Ismaíl Kadaré,
no satisfecho con dotar de esta nueva simbología al mito, pergeña una nueva
reinterpretación en el interior de la novela, reinterpretación que atribuye al
propio Gent Rubina-Paris, obsesionado con el ingenio y estudioso del mismo para
su doctorado en filosofía. De esta forma, tras sus minuciosos estudios, en todo
momento llevados junto a su Helena, concluye, tras un complejo proceso
deductivo-detectivesco que, el Caballo, de haber existido, no sería más que un
instrumento de diversión, un engaño producto de la guerra sucia y de la
manipulación estatal, una suerte de propaganda del régimen que hace ver lo que
no existe para que los troyanos no se percaten de la amenaza que existe… un espectro caballar, tal y como lo
califica, capaz de generar el pánico colectivo, una Gran Estratagema definida
con palabras grandilocuentes como las políticas seguidas por los regímenes
comunistas del momento. Kadaré asocia al caballo un estado de terror, una
tergiversación de la realidad por medio de la propaganda, un pavor que cala y
persiste en los cerebros de los sojuzgados ciudadanos: define Albania en el
Caballo de Troya, y desmenuza el Caballo de Troya en Albania. El Caballo será
sinónimo de la mentira política, de la traición, de la manipulación de la
historia puesto que, concluye Gent Rubina, al no existir, los vencedores del
sitio de Troya se preocuparon minuciosamente de que la falacia permaneciera
como una leyenda en el tiempo, manipulando y alterando todo documento
histórico, testimonio veraz o cantos de aedo.
La doble realidad Troya-Tirana, Caballo-Hoxha o
régimen de Hoxha, en seguida adquiere una tercera realidad en las historias
desarrolladas en la novela, las vidas de Gent Ruvina y Helena, las de los
moradores del furgón-Caballo, que persisten en sus maquinaciones moviéndose
entre las dos aguas de la metaliteratura. Es un juego de espejos (incluso en un
momento dado aparecen letras escritas al revés) que nos devuelve una imagen
ingeniosa en donde la Grecia de la Guerra de Troya se asemeja a la Unión
Soviética, en sus características de grandes potencias colonizadoras.
El juego de dobles
engañará a la censura del momento, al menos por un instante, porque tras su
publicación en la revista literaria Noviembre,
en 1965, el texto será prohibido en Albania hasta 1991, es decir, por un cuarto
de siglo. Es evidente que los epítetos que Kadaré dedica en sus páginas al
Caballo son ataques al totalitarismo, al régimen en cuyo seno vive y, lo que es
peor para su seguridad, escribe. Y escribe, refiriéndose al pavor del Caballo, el tiempo del Holohipo, como un tiempo
de malignidad, y lo califica: “ese Caballo no ha salido de ningún mito, de
ningún agujero de los tiempos. Ha sido engendrado por nuestra propia época,
únicamente la forma ha sido tomada de aquel remoto pasado”…
Inspirado por el
combate entre aqueos y troyanos que Kadaré había escuchado tantas veces de boca
de su tío, la revisión del mito, a la que no es ajeno en otras muchas obras en
donde rearma modernos personajes de Ifigenia o Agamenón, profundiza hacia el
pasado en la búsqueda de la germinación
del mal que parece llevar, como elemento primigenio, una ocultación de la
verdad por parte del poder. Así, el Caballo se convierte en lo que denomina la
Gran Estratagema, el origen de todo mal político totalitario: escudarse en la
mentira y en la imposición de una realidad alterada a los ciudadanos. Desde
esta idea de la Gran Estratagema, Kadaré construirá su denuncia del régimen de
Hoxha, proyectada la idea en El monstruo,
su tercera novela, y derramada como el gran acierto, “la época del gran
descubrimiento”, clasifica el propio Kadaré a esta fase literaria, una idea
derramada en otros muchos textos: así, la Gran Estratagema tiene forma de
Pirámide de Keops, de Palacio burocrático-administrativo, de palacete de caza…
todos ellos elementos que operan como distracción para ocultar la realidad: un
Estado criminal. Muchas son las relaciones que se pueden establecer entre Kafka
y Kadaré, pero tal vez sea esta idea de la Gran Estratagema la que más los
acerque. Porque lo que en el albanés son construcciones monolíticas, obras
faraónicas, firmanes impopulares, decretos inhumanos, nichos donde se exhiben
cabezas cortadas, en el checo son pasadizos y castillos, procesos absurdos,
incluso metamorfosis alienantes que no llevan, por objeto, nada más que
denunciar esa Gran Estratagema asesina de quienes detentan el poder y que beben
de las fuentes directas del mal y necesitan enormes maniobras de distracción
para disimular los ríos de sangre. Ambos, Kafka y Kadaré, nos advierten:
estamos empleando demasiado tiempo en contemplar la Gran Estratagema y no somos
capaces de mover los ojos en otra dirección y darnos cuenta de la verdad que se
nos escamotea. El tiempo del Caballo de Madera se define por uno de los
personajes de la novela como “el tiempo
de la traición”, esa traición que los gobernantes cometerán,
implacablemente, amparados en su Gran Estratagema, y que es sinónimo de las
múltiples formas de opresión. Como dice Kadaré “todo dictador utiliza el secreto para encubrir su propia mediocridad
(…) El miedo de todo poder consiste en que caigan las máscaras mediante las
cuales intenta ocultar su propia situación real”.
Serán estas formas de
opresión las desgranadas por Kadaré en su narrativa, concentradas en El monstruo y que luego se expandirán
por el resto de sus libros. Ante el pavor generado por la visión del Caballo,
Gent Ruvina concluye: es como la Esfinge
ante la pirámide de Kefrén (…) Tú dices ¡qué angustia!, pero debes saber que
sembrar la angustia ha sido uno de los primeros cuidados de todo régimen (…)
Esfinges, signos místicos, caballos de madera… Son todos productos de la misma
fábrica”. El que la mezcla de tiempos y espacios haga que los sucesos de la
novela sucedan todos en un maremagno temporal, en el cual se diluyen, una
innovación técnica sin precedentes en la literatura albanesa, tiene mucho de
intento de mostrarnos que la opresión y el régimen de la sangre es
consustancial al ser humano, de cualquier época, desde el momento mismo en que
bebió de esas fuentes del mal y comenzó a emponzoñarlo todo con la mentira y la
manipulación para obtener, así, el beneficio de unos pocos: mentiras y
manipulaciones, crímenes, realizados en nombre de las más elevadas causas e
ideales. Sólo así, se creyeron con fuerzas para construir pirámides, cambiar la
historia a base de falacias y para ocultarse, traidoramente, en el vientre de
un Caballo para degollar a los indefensos.
Novela fascinante y extraña por la reescritura onírica del mito, por el ambiente desasosegante, por la firmeza de la prosa, por el rigor y la convicción, por la denuncia y por plantear alternativas originales a un tema ya tan gastado.
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