LA FUNDACIÓN DEL MITO
Puede que no sea el mejor texto sobre Kafka, y realmente creo que es el peor. Y puede que esté escrito desde una trinchera, más bien desde un búnker de admiración, que lo intoxica todo. Es obvio que sus datos no sólo no son objetivos, sino que Max Brod oculta información, manipula la vida de Kafka, lo pedestaliza, lo remodela a sus anchas para crear el mito que, desde entonces, desde este texto, ya será para siempre y para nosotros.
Y
Brod comete, además, un enorme pecado al narrarnos la vida de Kafka: a veces
aburre. Es moroso, abruma con sus notas a pie, de una densidad intolerable que
va más allá de lo que un editor juicioso podría permitir, se pierde en
insignificancias y vela sucesos trascendentes... Pero ambos eran amigos. Era el
amigo de Kafka, de eso no queda duda, y por ello, aunque fuera sólo por eso,
por la visión que de Kafka tiene quien estuvo con él, junto a él mucho tiempo,
el libro ya merece la pena.
Y todo lo anterior
queda eclipsado por ser el origen del mito y el arranque de un ingente número
de estudios y textos infinitamente mejores y mejorados sobre la figura de Kafka
que remiten como punto de partida a este trabajo de Brod, sin el cual hubieran
sido imposibles. En eso radica su mérito, enorme.
La aproximación de
Brod está estructurada de una manera puramente biográfica, desde el nacimiento
y la infancia recorre la vida del escritor hasta su muerte en el sanatorio
austriaco en el que recaba en los últimos momentos. Es un recorrido no exento
de emoción, pero también lastrado por la admiración casi enfermiza del amigo.
Brod, muchas veces, cita de memoria palabras y frases de Kafka que nos hacen preguntarnos
si vivió junto a él permanentemente anotando todo lo que decía, o bien su
memoria es prodigiosa. Sí, es cierto que Kafka empleó la mayor parte de su tiempo,
por desgracia, en redactar cartas a los amigos, las amantes, y a rellenar un
diario exhaustivo y agotador en lugar de escribir más literatura. Gracias a ese
diario se pueden saber con detalle la mayoría de los movimientos de Kafka, pero
ciertas afirmaciones y recuerdos demasiado exactos de Brod me hacen preguntarme
si Franz Kafka era observado por su amigo como un insecto al microscopio; si él
era el único que ignoraba su genialidad mientras, alrededor, todos anotaban y
pugnaban por recordar hasta el menor de sus movimientos, hasta el último hálito
(como es el caso de Gustav Janouch y esos recuerdos tan minuciosos -como
ciertamente increíbles en un enorme porcentaje-, aunque poseen su encanto).
No deja de ser
inquietante percibir eso, cómo todos lo que rodeaban a un Kafka incomprendido y
solitario se mantenían en la creencia de que era un genio para la posteridad, y
que él ni siquiera pudiera imaginarlo. Es otra de las paradojas de la
existencia de Kafka, glosada en cientos de libros una y otra vez, fascinante,
mientras para él resultaba de lo más anodina. En ese sentido, Brod aporta
muchísimas declaraciones de su amigo, quizás sea el material más enriquecedor
del libro, bien entresacadas de los diarios, de cartas personales, de charlas
de café... aunque después de leer la biografía uno no sabe si entiende, ahora,
mejor o incluso peor, a Kafka.
Brod disecciona a
su amigo para desnudarlo ante el lector y volver a vestirlo, al final del
libro, ya con los ropajes que nunca lo abandonaran: los de mito literario del
siglo XX. Brod lo empezó todo, ignoramos que sabríamos de Kafka actualmente,
cómo lo valoraríamos, sin la contribución de Max Brod: aunque
esté plagada de errores o sea, cuanto menos, bastante cuestionable en muchos de
sus aspectos.
Un texto crucial por lo que representa: la fundación del mito y del modelo literario kafkiano, el
primero que pone el empeño y el esfuerzo en acercarnos una de las figuras
más importantes de la literatura universal.
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