*Esta crítica apareció en Achtungmag.com:
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Las campanas no doblan por nadie: Bukowski tritura el sueño americano
Hoy, 16 de agosto de 2019, se cumplen 99 años del nacimiento —en la localidad alemana de Andernach— de Heinrich Karl Bukowski, más conocido por los amantes de la literatura como Henry Charles Bukowski, el escritor norteamericano que ha sido emblema del realismo sucio y de la escritura pulp. En Achtung! siempre hemos sido grandes admiradores de Bukowski, y en este su 99 cumpleaños no podemos hacernos a un lado y no hablar de él. Con más motivo si cabe, porque la celebración nos viene de la mano de un nuevo libro que ha publicado la editorial Anagrama: Las campanas no doblan por nadie, que reúne un extenso grupo de relatos inéditos del autor, así como publicados en prensa o en algunas revistas de adultos, eróticas, es decir, pornográficas, en donde se nos revela el Bukowski más surrealista, disparatado, sexual, provocador y divertido. Hoy, en este Odradek de los viernes de Achtung!: ¡Feliz 99 cumpleaños, Chinaski!
En Las campanas no doblan por nadie, el volumen publicado por Anagrama, nos topamos con un Bukowski sorprendente. En primer lugar, ha reducido en estos relatos algunos de sus temas y referencias habituales. Por ejemplo, apenas aparece en esta recopilación el hombre de uñas ennegrecidas por tanto rascarse las hemorroides, y esto no es un comentario meramente escatológico.
Porque las hemorroides, en la literatura de Bukowski, suelen ir unidas al fracaso personal del obrero alienado en la fábrica de producción en cadena. Tiene varios relatos con este tipo de protagonistas, que regresan a casa derrotados tras una jornada laboral demoledora. Por ello, esta afección es sintomática, dado que los personajes de Bukowski representan el lado oscuro del sueño americano (y lo de oscuro no lo digo con segundas, estoy tratando de ser serio, de verdad).
En la faja del libro de Las campanas no doblan por nadie, la editorial Anagrama ha elegido como reclamo una frase que me parece muy acertada: La cara B del sueño americano. En efecto, Bukowski se ha dedicado durante años a reflejar esa otra América —utilicemos aquí el término en todo su expansionismo imperialista y capitalista— plagada de obreros vapuleados por la vida, perdedores, borrachos, locos, putas, maltratadores, jefes abusadores, literatos sin talento… y un largo etcétera de personajes prototípicos que habitan ese lado oscuro de la Tierra de las Oportunidades.
Por todo esto, las hemorroides son bien significativas: de inmediato nos traen una derrota, una dieta fundamentada en la comida rápida y la inactividad frente al televisor como tiempo de ocio (el obrero llega tan destruido a casa que apenas puede emborracharse frente a la tele). Por ello, y aunque ha refrenado la presencia de este mal en el volumen del que os hablo, no se resiste a mostrarnos ese lado de los Estados Unidos concebidos como una gran cadena de producción esclavista, y lo hace, concretamente, en uno de los últimos textos, el descacharrante Una sucia treta contra Dios.
Descacharrante, en efecto, surrealista y pulp, porque el protagonista, un obrero empaquetador en una cadena de montaje, comparte apartamento con un misterioso Adolph, que no es otro sino el mismísimo Adolf Hitler, empeñado en traer al mundo una nueva raza aria. Dejando de lado lo divertido y anecdótico de la situación, Bukowski vierte algunas reflexiones sobre la sociedad del momento (en concreto sobre el individuo de esa sociedad del momento) y dibuja con vivos colores desesperados esa cara B del sueño americano, ahora convertido en pesadilla a causa de la trituradora de su literatura:
“De camino a casa, Harry se detuvo a cenar en un restaurante de una cadena. Se sentó solo. La camarera llegó. Era indiferente y aún así falsa, un poco gorda y un poco desdichada. Los gordos y los desdichados se enfrentaban entre sí para alcanzar la supremacía. No tenían la menor oportunidad en un sentido ni otro (…) Harry miró a la gente de su alrededor. Todos parecían feos y cansados. Eran feos y estaban cansados. Eran perdedores. ¿Dónde estaban los ganadores? ¿Dónde estaba la gente hermosa? Todos esos a su alrededor: parecía un crimen estar vivo. Y era uno de ellos (…) Toda la gente de su alrededor consumía la comida absorta en una oscura claudicación”.
Dentro de este panorama devastador pululan los personajes de Bukowski a los que me refería algo más arriba, a los que debemos sumar su propia figura vertida en los relatos, bien como Hank, bien como Chinaski, bien con su nombre y apellidos, pero siempre caracterizado como escritor, bebedor, borracho, mujeriego y algo violento.
Sin embargo, quizás porque la tirada de relatos finales del volumen estaba destinada a publicaciones de voltaje como Hustler y Oui, aparecen algunos personajes no tan comunes en la literatura bukoskiana, al hilo, también, de la actualidad del momento: capos de la mafia y de las drogas y secuestradores de aviones.
Los dos relatos que aparecen en el libro sobre secuestros aéreos, y que de una u otra forma o tienen un móvil sexual o desembocan en sexo, están fechados en 1979 y enero de 1984. El primero, se mantenía inédito, pero el segundo, Surcar los cielos acogedores, apareció en la revista Oui del mes de enero de 1984.
Algunos números de Hustler en cuyo interior aparecen relatos de Bukowski:
Para El avión es el medio de transporte más seguro, que se sostiene sobre los mismos pilares delirantes que alimentan todo el libro, cualquier secuestro aéreo llevado a cabo unos meses antes puede muy bien haber sido material válido para que Bukowski se inspirase, pero el método de los dos hombres con un maletín bomba no puede sino recordar al secuestro llevado a cabo por Dan Cooper (o eso se cree), que el 24 de noviembre de 1974 llevó a cabo un sonadísimo acto de piratería aérea en un Boeing de la Northwest Orient que cubría el trayecto entre Portland y Seattle, amenazando con una maleta bomba a la azafata, intercambiando rehenes por 200 mil dólares y, una vez de nuevo en vuelo, saltar en paracaídas para perderse su rastro para siempre.
Retrato robot de Dan Cooper y cartel de captura elaborados por el FBI:
Las frases de los secuestradores, que en el relato toman el avión por mero frenesí sexual, dado que quieren violar a las azafatas, refiriéndose en varias ocasiones a que tienen resuelto el plan de escape, hace pensar en este extraño suceso que todavía continúa sin resolverse en los Estados Unidos.
Por su parte, para el relato publicado en Oui, podría haber servido de ejemplo el secuestro del vuelo 181 de Lufthansa a cargo de cuatro miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina, y que realizaba un trayecto entre Palma de Mallorca y Frankfurt. En lugar de cuatro, son tres los secuestradores de Bukowski, pertenecientes a la organización de Los Guerrilleros por la Libertad, y exigen que el avión vaya a Cuba.
Dos revistas Oui que contienen relatos de Bukowski:
En cualquier caso, Bukowski ficcionaliza un asunto como los secuestros aéreos que en aquellos momentos se encontraba de plena actualidad, salpimentándolo con la dosis erótica y sexual que demandaba la revista para adultos en donde se publicaban los relatos. Pero cierto es que los secuestradores de aviones nos son unos personajes habituales en Bukowski, al igual que sucede con el tono narrativo y la ambientación de No quieres ser mi corazoncito, para el Oui de junio del 1985. Aquí, aparece un policía incorruptible, una femme fatal, una banda de matones y un capo poderosísimo de la mafia que podría haber sido protagonista de cualquier novela o relato de James Ellroy.
Es cierto que Bukowski, cuando no escribe sobre sí mismo, lo hace sobre una visión americana que puede denominarse como pulp y que incluye este tipo de ambientes (valga como ejemplo su última novela detectivesca y titulada así precisamente, Pulp —también publicada por Anagrama—), pero los personajes de este relato, tal vez por las exigencias de que estaba escrito para la revista Oui, son algo diferentes a lo que su autor nos tiene acostumbrado.
Ahora bien, dentro de este compendio de rarezas de Bukowski, hay una que me ha parecido que destaca por encima de todas, y es el relato sin título que aparece entre las páginas 47 y 53, como una sección bajo el epígrafe Tal como aman los muertos, y que aglutina diferentes escritos. Estamos, sorpréndanse ustedes, ante un cuento distópico satírico, quizás una de las mayores joyas que esconde este tesoro de Las campanas no doblan por nadie.
El General Curtis Lemay. |
Un nuevo Presidente, Wallace, y su Vicepresidente Le May, llevan al país a un estado de sitio, donde la policía represiva campa a sus anchas (con 30 millones de parados y ametralladoras y barricadas amenazando y aislando los barrios negros y pobres). El presidente y vicepresidente retratados están tomados de los auténticos George Wallace, Gobernador de Alabama, y el General Curtis Lemay (en este caso el apellido va escrito junto) que se presentaron a la carrera electoral de 1968, formado equipo y defendiendo el American Independent Party Against Richard Nixon, alejándose así del bipartidismo oficial entre demócratas y republicanos. Al final ganó Nixon, pero Bukowski, al hilo de la actualidad del momento, presenta una América bajo la hégira represiva de este dúo.
George Wallace, Gobernador de Alabama, y el General Curtis Lemay durante la campaña electoral. |
Bukowski no duda en poner frases demoledoras en boca del Presidente y de su adlátere, como esta:
“No soy racista —dijo Wallace—, pero supongo que si un hombre es pobre o negro, es por su culpa”.
En este tono, se nos va pintando una situación en donde el botón del maletín nuclear está en manos de semejantes descerebrados, con bastantes ganas de utilizarlo. Así, las fuerzas represivas se vuelven contra los intelectuales y, de entre ellos, se fijan en los escritores que han hablado de política en sus textos. Le llega el turno de recibir la visita al propio Charles Bukowski, mientras en los Estados Unidos hace furor un producto llamado Whitewash, un colorante blanco que, combinado con una peluca, lograba que los negros pudieran tener alguna oportunidad…
Tres interesantes chapas de la campaña electoral del dúo Wallace/LeMay:
La sátira que el autor pone en pie es destructiva, en un momento determinado se alaban las virtudes del nuevo sistema penitenciario que el nuevo Estado ha puesto en marcha:
“… el nuevo sistema penitenciario consiste solo en encerrarlos. Sin darles de comer. Ahorra un montón de pasta al Estado”.
Y cerca del final del relato, uno de los hombres que ha detenido a Bukowski le hace una revelación secreta en virtud de una extraña idea de lo que puede ser la solidaridad con los desarrapados y los perdedores:
“Un capullo como tú se merece ser infeliz”.
Tras esa afirmación, le confiesa que el Presidente y su Vice han pulsado el botón nuclear. La hecatombe posterior pone fin a esta distopía desquiciada con la sentencia:
“A Hiroshima le pusieron el nuevo nombre de América”.
Este Bukowski demoledor también resulta una trituradora crítica en los aspectos meramente relacionados con la literatura y la escritura, con el oficio de escritor, muy poco sacrosanto para él, alejado de los que mantienen elucubraciones románticas y que son, la mayoría de las veces, simples diletantes.
En otro texto sin título que se aglutina bajo el epígrafe Tal como aman los muertos, se asegura que:
“la mejor manera de estudiar escritura creativa es vivir”.
Por eso, la escritura de Bukowski aparece siempre tan apegada a las experiencias de su autor, a la realidad, en donde pierde tiempo buscando trabajos fugaces que le permitan escribir, al menos, por una semana más. Esta circunstancia la define muy bien en un párrafo de un relato sin título que aparece bajo el epígrafe Un trozo de queso:
“Un hombre tiene que liberarse de la presión de una manera u otra antes de poder ser inteligente de veras. Es difícil ser inteligente haciendo cola delante de la beneficencia para que te den unas alubias aguachinadas”.
De manera que, en este libro, que además incluye ilustraciones por mano del propio autor, tenemos una vuelta de tuerca más de un Bukowski especialmente duro e hiriente. El título, Las campanas no doblan por nadie, tiene un claro referente con Hemingway al fondo, y es también el último relato del libro —preparado para el Oui de septiembre de 1985—.
Enfrentado, de nuevo, a una situación pulp, el protagonista termina el relato viéndose en una escena rocambolesca e insostenible, para cerrar con una frase bien elocuente el texto y el volumen:
“me puse en pie y me encaré de nuevo con aquello, pensando que, de una manera u otra, esto debe pasarle continuamente a todo el mundo…”.
En este intento de normalizar lo insostenible, de reflejar lo agobiante, de volver cotidiano lo infernal de cada día, Bukowski consiguió las mejores páginas de su literatura. Como ya os he dicho, en Achtung! reclamamos siempre una especial atención especial a este autor, y como muestra os dejo este enlace:
El volumen que nos trae ahora Anagrama representa un compendio perfecto de los rasgos mas hirientes y geniales de esa apisonadora alimentada por vodka y 7 up que fue este escritor para el que cualquier situación impensable era normal y típicamente norteamericana.
¡Feliz 99 cumpleaños, Hank
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