Título:
Gilda en los Andes
Autor:
Fernando Marañón
Editorial:
Berenice
Número
de páginas: 410
Año:
2017
ESTO ES ENTRETENIMIENTO
*Esta reseña ha aparecido en Minuevaedad.com:
https://www.minuevaedad.com/actualidad/2017/5/31/el-libro-del-mes-gilda-en-los-andes/
Lo
primero que sorprende en esta Gilda en
los Andes de Fernando Marañón, un experto cinéfilo con una solvente y dilatada
carrera como crítico, es la elección de una estructura clásica de novela de
género para llevar a cabo su particular homenaje al cine, repleto de guiños,
requiebros y misterios. En efecto, misterios, porque el cine entraña en sí
mismo un misterio, ese asombro que se pone en marcha cuando las luces de la
sala se apagan.
Y qué mayor enigma que aquello que permanece
oculto en el interior de una lata de película, o tal vez al final de la misma,
cuando ya han desfilado todos los títulos de crédito y esperamos que aparezca el
sargento Nick Furia, parche en el ojo y empachado de cuero, para reclutar al
Capitán América… Entonces, si leemos a Fernando Marañón, descubrimos que al
final del metraje de una extraña película de culto pueden albergarse unos
fotogramas secretos capaces de acabar con la estabilidad de un Estado nórdico, de
comprometer a una monarquía o de poner en danza a espías que vinieron del frío
con el gatillo fácil.
Espías, en efecto, Fernando Marañón
opta por el género negro (¿existe, junto con el western, otro género que cuadre mejor con el lenguaje del celuloide?)
para vestir con ese traje a su novela y retratar, así, a un grupo de cínicos y
desengañados, movidos por un motivo tan cinematográfico como es el intento de
tomar “el último tren”, ya que estos personajes suelen encontrar en las últimas
oportunidades, siempre, su fracaso, así como los motivos para hallar una nueva
esperanza.
El
género negro le exige al autor un rígido respeto por una serie de códigos que
mantiene a la perfección: los malos son malísimos y los buenos algo inocentes,
todos fuman y beben muchísimo, las mujeres son fatales y se codean con asesinos
sin escrúpulos, los personajes secundarios poseen una presencia contundente en
la historia, y la acción se desliza como por un embudo hasta reventar con un
desenlace sorprendente. Fernando Marañón entiende esta novela como lo que debe
ser una película: puro entretenimiento. Entretenimiento por encima de otras
consideraciones.
La
lectura de Gilda en los Andes es una
aventura virada en sepia, una inmersión en esa noche americana del ártico en donde se desarrolla gran parte de la
trama, una oscuridad con destellos de gran cine y de buena literatura que,
cuando finalmente se han encendido las luces de la sala, nos ha dejado metidos
en nuestra propia película. Una película en donde ya no hay ni buenos ni malos,
ni espías ni asesinos; nos queda, y eso es lo mejor, el agradable regusto de
una sólida narración.
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