Título:
Windows on the World
Autor:
Frédéric Beigbeder
Editorial:
Anagrama
Número
de páginas: 314
Año:
2003
UNA VENTANA ABIERTA AL PAVOR
*Esta reseña ha aparecido en Minuevaedad.com:
https://www.minuevaedad.com/actualidad/2017/5/3/el-libro-del-mes-windows-world/
Desde que sucedieron los ataques a
las Torres Gemelas, un puño de angustia se me ha quedado atravesado en la
garganta. Siempre he necesitado saber más, tratar de comprender algunos
aspectos del horror para que, con ese conocimiento, pudiera hacérseme, quizás,
algo más asequible. Sin embargo, nada de lo que leía o veía, podía desanudarme ese
dolor. Nada… hasta que me topé con esta novela del autor francés Frédéric Beigbeder, al que ya conocía
por la divertida, algo polémica y todo un éxito editorial, 13,99 euros. Sin embargo,
otro tono muy distinto es el de Windows on the World.
El 11 de septiembre de 2001, a las
8.46 de la mañana, el primer avión se estrella contra la torre Norte del World Trade Center y se desencadena el
infierno. Unos momentos antes, Carthew
Yorston y sus dos niños, estaban tomando un desayuno en el Windows on the World, un famoso restaurante
ubicado en la planta 107. Desde este instante, arranca una carrera por la
supervivencia que viene marcada por una batalla contra el reloj y que se refleja
en la novela con una estructura dramática muy original: cada capítulo dura un
minuto (la narración ha comenzado un poco antes, a las 8.30 en punto, y termina
a las fatídicas 10.29 horas). La historia de Yorston y sus hijos es la historia
de la hora y cuarenta y cinco minutos que transcurrieron entre el impacto del
avión y el colapso de la torre Norte. Pero, por supuesto, la novela es mucho más
que esa narración tremenda, dura, con un final estremecedor.
La novela de Beigbeder, con insertos
de la vida del propio escritor en donde reflexiona sobre lo ocurrido mientras
se documenta para la redacción de la obra —y que termina enfermo de horror y
violencia— es, además, un compendio del mal, el reflejo de esa lucha eterna que
enfrenta a la luz con la oscuridad, al genocidio con los inocentes. La
peripecia del padre y sus dos niños, su relación con otras personas que buscan
sobrevivir al espanto, los camareros, unos clientes y otros trabajadores de la
torre, son los gritos contenidos de Beigbeder en su empeño por que no se los
olvide jamás; para que debajo de las toneladas de escombros, de hierros
calcinados y vidrios derretidos, podamos colocar las caras y los nombres de
quienes fueron sepultados por la locura asesina del siglo XXI.
Recuerdo que, mientras estaba en una
biblioteca pública corrigiendo las pruebas de imprenta de la que entonces sería
mi tercera novela, el rumor de lo sucedido ese dia de 2001 empezó a brotar
entre los estudiantes que preparaban sus exámenes. Quizás, lo que más
contribuyó a atenazar ese pavor y esa desesperanza en mi garganta, fueron las
inmensas sonrisas y los gestos de felicidad de una juventud alimentada de odio
y fracaso, que celebraba un ataque en pleno corazón de los Estados Unidos como
un triunfo personal y miserable. Es esta obra, Windows on the World, una forma de que recuperemos el resuello,
aunque no seamos capaces de volver a la calma a tenor de los acontecimientos
actuales. Pero lo que sí espero —lo deseo de corazón— es que si alguno de
aquellos muchachos de la ira y la inhumanidad, ahora ya no tan muchachos,
llegan a leerla algún día, puedan borrar las sonrisas de sus rostros y entender
la verdadera magnitud de la tragedia.
Eso busca Beigbeder en su novela. Y
eso se merecen las 2801 víctimas que convirtieron sus vidas en un martirio.
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