domingo, 3 de marzo de 2019

Lagarto Rey-Javier Medina Bernal



*Esta crítica apareció en acgtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/javier-medina-bernal-y-lagarto-rey-el-reptil-borracho-en-el-ojo-del-escritor/

Javier Medina Bernal y Lagarto Rey: el reptil borracho en el ojo del escritor


El mundo de las redes sociales está mal visto. Y con razón: la cantidad de idiotas, violentos y maleducados que se han apoderado de ellas las han convertido en un vertedero de mamarrachos y estúpidos. Te piden amistad para, acto seguido, proponerte que asegures que te gusta la milanesa de un recóndito restaurante bonaerense al que jamás llegarás, o las tortillas de patatas de la madre de uno, o una clínica de estética y cirugía láser ubicada en Toronto. Por eso, y por los haters, por culpa de ellos mucha gente deja Instagram o Facebook. Y hacen bien. Pero están concediendo un triunfo a todos esos desgraciados, porque al abandonar se privan de los milagros que las redes pueden proporcionar. Aquí, en este Odradek de hoy, voy a hablaros de uno. Concretamente se trata de un milagro literario.

Por amistad virtual, por afinidad o por buen rollo generado en la distancia, este bendito Instagram literario del que tanto os hablo, me ha proporcionado una de esas sorpresas que solo son posibles en las redes. Un escritor panameño, sin ningún intento de someterme a la lectura obligatoria de su obra, simplemente con las ganas de hacerme un regalo, me envió desde Viena, lugar en donde se afinca, un ejemplar de su primera novela, Lagarto Rey, publicada en 2018 por  una editorial mexicana, Nieve de Chamoy, y el paquete llegó hasta Torrelodones.
Analicemos el asunto: escritor panameño-Viena-editorial mexicana-Torrelodones. Solo la red, soloInstagram, puede favorecer semejante tipo de intercambio. Es pura magia, y sería una lástima abandonar o renunciar a que te sucedan este tipo de cosas por culpa de un puñado de bobos que te obliguen a dejar las redes. Hay que aguantar una cosa, para poder disfrutar de la otra. Ya he dicho estas palabras que, realmente, van dirigidas a una buena amiga propietaria de una cuenta importante en Instagram que se ha visto obligada a cerrar por culpa de los acosadores. Ella ya sabe.
Me llegó la novela, atractivamente editada, de Javier Medina Bernal. Pues sí, mi olfato literario suele funcionar bien. De inmediato, empecé con la lectura: bingo. Estamos ante una obra que necesita, desesperadamente, de muchos más lectores. No pude evitar hacer un pequeño video de 59 segundos en mi cuenta de @literatura_instantanea, afirmando lo mucho que me había gustado, pero quienes me conocen bien saben que dedicaría este Odradek de los viernes de Achtung! a explicar algo más pormenorizadamente los motivos de mi entusiasmo.
El autor: el escritor y músico panameño Javier Medina Bernal.
En Lagarto Rey aparecen algunos de esos procedimientos narrativos innovadores que se asientan en una agresividad verbal inusitada y que han proliferado en la literatura hispanoamericana de los últimos años, en concreto aquella que puede definirse como literatura de frontera o más concretamente transfronteriza (¿hay algo más transfronterizo que un escritor panameño en Viena y que publica con una editorial mexicana?).
En el interior de la narración se substancia esta carga transfronteriza y transcultural con una mezcla de personajes y discursos panameños, argentinos, mexicanos e, incluso checos, todos sumidos en el torrente de la poderosa arenga de la voz protagonista. Porque digámoslo sin perder ya mas tiempo, la voz protagonista, esa primera persona que subyuga y arrebata por su violencia y delicadeza, es el gran acierto maestro narrativo de Javier Medina Bernal. Esa voz es su novela Lagarto Rey.
Esa voz que no puede callarse, la voz de un borracho que en la primera línea de la novela ya se confiesa con el gozo de la embriaguez que tal vez solo experimentó así aquel Santo Bebedor de Joseph Roth:
¡Ja! Soy alcohólico. Sí. La reputa de alcohólico. ¿Y qué?”.
Desde aquí, esa voz está capacitada para desgranar el tipo de discurso que desee. A veces lo impregna con un toque de lirismo al estilo de aquel otro literato-Tourette enfermo de palabras y que con sus versos construía discursos, Nicanor Parra; en otras ocasiones es una voz dura y certera que con nitidez se fija en lo turbio del mundo que nos rodea. Esta voz es un recurso fundamental de lo que podríamos denominar el realismo sucio, un género muy en boga en estos tiempos, no solo en la literatura hispanoamericana.
La mayoría de los críticos suelen situar el nacimiento del realismo sucio como género literario a caballo de los años 1970 y 1980, pero en opinión de uno de sus máximos exponentes, Charles Bukowski, y también en la mía propia, el abanico temporal es mucho más amplio y será John Fante el iniciador de esta corriente (así designado por el propio Bukowski en el prólogo que escribe a la novela de FantePregúntale al polvo), aunque para la crítica uno de los claros antecesores sea J. D. Salinger, con un realismo sucio tal vez encontrado en sus cuentos, pero que en absoluto creo que aparezca en sus novelas.
Bukowski y Fante, las dos referencias fundacionales del realismo sucio:


Las características del realismo sucio son minimalismo, parquedad en la expresión, concisión, incluso pobreza de elementos. Es lo contextual y no lo formal lo que aplasta al lector, lo que impacta sobre nosotros a la hora de llevar a cabo la lectura. Como ejemplo definitorio de la corriente se podrían citar los textos Pregúntale al polvo (1939) y Camino de los Ángeles (1933) —aunque escrita en 1933, sólo se publicó póstumamente en 1985, y su éxito inició una recuperación de la obra del autor— ambas de John Fante, y Cartero (1971) de Bukowski.



Considerado como gran maestro del realismo sucio, también aparece el cuentista Raymond Carver, aunque se debe tomar con prudencia su trabajo y su producción a la vista de las reveladoras confesiones de su editor Gordon Lish (parece que su tarea alcanzaba mucho más allá que la de ser mero editor, actuando casi de co-autor y retocando muchísimo, hasta la reescritura, algunos de los textos de Carver) y quizás cierta fase de Hemingway.
Otros autores que, siempre según la crítica, caben en esta definición de realismo sucio, son el norteamericano Chuck Palahniuk, fundamentalmente con su éxito Club de lucha (1996), y ya en el ámbito de lo hispánico el poeta Roger Wolfe —aunque nacido en Inglaterra, se ha criado en Alicante, y su poesía y producción literaria ha sido en español—, el también poeta, el vasco Karmelo C. Iribarren, el novelista cubano Pedro Juan Gutiérrez con su Trilogía sucia de La Habana (1999), una tendencia de gran arraigo en Cuba, asentada en la pulsión sexual, como una vía sexual de escape a la dictadura, mientras que en Costa Rica, el realismo sucio es manejado por el novelista y cuentista Faustino Desinach, pero como una manera de denunciar y poner de relieve una realidad enferma y empobrecida: la denuncia de los más desfavorecidos y marginales. Con ello se nos presenta un doble aspecto de la corriente según el país en el cual se inscriba: sexo liberador de la realidad o denuncia escatológica de esa misma realidad, pero una realidad, en ambos casos, insoportable.
El escritor y fotógrafo costarricense Faustino Desinach, uno de los máximos exponentes del realismo sucio en su país:


Todas estas referencias literarias aparezcan en la novela, desde el Chinaski bukowskiano hasta Jaime Sabines, que pueden encontrarse junto a Cabrera Infante o Rulfo, pero no solo las literarias, también las musicales, porque desde el mismo Lagarto Rey que hace referencia al venerado Jim Morrison de The Doors, pasando por Silvio Rodríguez o Jeff Buckley y hasta Pablo Milanés, y porque el protagonista es un cantautor perdedor, de abultada panza cervecera, acusado de plagio hasta por el artista español Depedro, y que al final no consigue colocar sus canciones para que las cante Paulina Rubio, una delirante posibilidad que ofrece la novela, ni para que las cante nadie.
Jeff Buckley y Jim Morrison, dos referencias culturales y musicales para el protagonista de Lagarto Rey:


Así que lo cierto es que la realidad también es insoportable para el narrador-protagonista de la novela de Javier Median Bernal. De ahí su inmersión en la bebida y esa apreciación deforme de lo que le rodea. Por todo ello, en Lagarto Rey se exploran también fenómenos de marginación urbana, ligados a la locura, al desequilibrio producto del alcohol, y la represión social, psíquica y sexual.
 Esta es una tendencia habitual de la variación hispanoamericana del género, que incorporará en su discurso áreas de la vida social censuradas en el discurso literario tradicional (el ámbito del sexo, de lo indecente, el mundo de la prostitución o el alcoholismo, lo que no se dice ni se escribe públicamente) junto a la apropiación de los nuevos discursos urbanos de los marginados.
De esta manera, se consigue una ruptura del equilibrio del discurso, que así se vincula con posiciones postmodernas, y plantea desde una posición distanciada y transgresora la reivindicación de las culturas marginales y de la contracultura, así como la revisión crítica de los mitos y construcciones ideológicas. Todo ello con expresiones repletas de coloquialismos que proporcionan gran inmediatez y complicidad con el lector. Veamos este párrafo de Lagarto Rey:
Ya vuelvo.
Ya volví.
Buscaba otra cerveza”.
Gran parte de la producción narrativa de este realismo sucio se construirá como una reacción crítica a los procesos de desintegración social, descomposición moral y corrupción generalizada que se darán en los países de Hispanoamérica a partir de 1980. Diversos aspectos, como las estrategias revolucionarias o las contrarrevolucionarias, la venta o la entrega del país a la corrupción y a la hipocresía  política, el lavado de dinero y el narcotráfico, la marginación cultural y social, la destrucción ecológica, serán tratados en los textos: la deformación carnavalesca, lo paródico, las metamorfosis y desdoblamientos, el humor grotesco y el esperpento, todo ello empleado para ofrecer la imagen de un mundo dislocado, mundo en deterioro y descomposición, en donde las fantasías o las apariencias se contraponen  a un  mundo deforme, clandestino o marginal, regido por la exclusión, la represión y la violencia, el trastrueque de identidades y la enajenación… Elementos, todos ellos, muy de actualidad en la narrativa de Javier Medina Bernal y en su peculiar visión de Panamá la Vieja.
La editorial mexicana Nieve de Chamoy ha acertado plenamente con la publicación de Javier Medina Bernal.
En efecto, todo el libro de Lagarto Rey está atravesado por ese lenguaje popular, sencillo, que narra las historias de la gente común, también de quienes se mueven en las zonas limítrofes de la sociedad. Tan limítrofes que dan lugar a escenas delirantes, como el entierro del profesor Luigi. La obra cuenta, así, con la originalidad del mundo que refleja y en el cual se ubica la acción: un país de América Latina en donde las raíces indígenas permanecen bien presentes. Lo que de inmediato nos fusiona con cierto realismo mágico.
Esta afirmación puede sorprender en un principio, dada la mayoritaria tendencia de los cuentistas hispanoamericanos de finales de siglo XX y de principios de XXI a desmarcarse del realismo mágico, al que reconocen y tributan su agradecimiento, sin renegar de él, pero con el que no quieren identificarse.
En Javier Medina Bernal no parece existir ese problema: crea así, en su texto, una curiosa oposición de realismo sucio frente a realismo mágico cuyo resultado es el de una ciudad como Panamá que muy bien podríamos definir como ciudad sucia, al igual que las apariciones de México D. F., sumándose así a otras ciudades sucias del tipo de La Habana, San José o Río de Janeiro, por ejemplo, y en el ámbito externo de lo latinoamericano, San FranciscoNueva YorkÁmsterdam
El discurso del protagonista de Javier Medina Bernal es un discurso que a menudo califica como juanrulfiano, y no es en vano, dado que gran parte de la novela la pasa charlando con fantasmas: su abuela, su prima lola, su editora de prensa, el profesor Luigi… Y ya sabemos que gracias a Rulfo, y a esos fantasmas de Pedro Páramo, podemos beber en las raíces del realismo mágico.
Quizás, este híbrido literario que aúna realismo sucio y realismo mágico pueda dar como producto, también, la tendencia apuntada por algunos críticos, la llamada Gótico Tropical. En principio, parecer ser una corriente literaria originaria de Costa Rica. Para el crítico y escritor Juan Murillo, se trata de :
una parafernalia gótica —una puesta en escena gótica (con referentes a la locura, los cementerios, los fantasmas, el espiritismo, la brujería…), etc., cohabita con un naturalismo descriptivo de escasez de recursos, apenas descriptivo y que utiliza problemas escabrosos y de miserias sociales en la ciudad de San José como ambientación para el desarrollo de las historias”.
Un vistazo rápido y desnudo demuestra que este realismo sucio minimalista lo que hace es denunciar y tomar posición frente a lacras y dramas, frente a parte de esa tradicional cultura de la violencia que se ha expandido por Latinoamérica como un maremoto originado en la novela de la violenciacolombiana (con profusión de sicarios y asesinatos), pero producto no sólo de una moda sino de una realidad: los países más desarrollados de la Latinoamérica actual hace mucho tiempo que dejaron de ser las Suizas de Centroamérica para convertirse en países corruptos y peligrosos. La voz narradora de Lagarto Rey bien lo sabe:
en esta Latinoamérica de buitres y hienas es importante saber inglés —el idioma del enemigo— para poder humillar a los que no saben”.
En efecto, este es un lenguaje directo, rápido como un disparo o un puñetazo, que te derrota por por k.o, que aturde al lector, un lector sobrepasado, muchas veces, por la verdadera dimensión de las situaciones disparatadas narradas en torrentera y que, gracias a eso, a esa ausencia de lo que sería el regodearse o el entretenerse en lo profundamente truculento, el texto no cae en el tremendismo sencillo y resulta enormemente eficaz. Porque el panzón protagonista lo tiene clarísimo:
Bebo para escapar (ni siquiera para olvidar), no para hacer amigos ni ser leyenda”.
Es Lagarto Real una disección de la realidad de Hispanoamérica mediante la simpleza de una exposición verbal de acusada oralidad, con el gozo del abrazo del amigo de taberna y la espuma de las cervezas: tan fácil y tan directa como los resortes de la locura, la borrachera y la muerte. Y es, en esta sencillez, en donde el vozarrón etílico de su protagonista consigue un eco amplificado tan divertido como profundamente literario.

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