*Este texto apareció en el número 5 de la Revista Crátera de crítica y poesía contemporánea, en la sección "Reseñas".
Título: Bobilongos y churrilungas
Autor: Maximiano Revilla
Editorial: Vitruvio
Año de publicación: 2018
Originalísima poética de lo cotidiano
Maximiano
Revilla (Tabanera de Valdavia, Palencia, 1962) es un poeta de largo recorrido.
Ha publicado con Vitruvio los poemarios Consonancias
de la voz (2003), De todo lo que no
se pierde (2005), Pálpitos del tren
que no vuelve (2016) y Un cuántico
aleteo en la boca (2017), antes de esta nueva entrega de título tan
chocante como sugerente: Bobilongos y
churrilungas. Además, en ediciones exclusivamente digitales ha firmado Motivos venatorios (2013), Urbanidades y otras distancias (2013), Notateti (2013) y Cuando se lanzan los cuerpos desde la terraza para ver qué sucede
(2014).
Maximiano
Revilla es una de las voces más sorprendentes del actual panorama literario
español, todo un ejercicio de originalidad. Quienes conocemos su obra y
seguimos de cerca su evolución sabemos muy bien que estos son adjetivos ganados
por derecho propio, producto de un inquebrantable espíritu de estudio y trabajo
de sus poemas, de un ideario poético combativo y contundente, de un talante
demoledor que busca dinamitar aquellos aspectos anquilosados y monótonos que
pueden encontrarse en la poesía.
Por
eso, este poemario que nos presenta en 2018 es fiel a sus estilemas: un trabajo
sobre los aspectos urbanos y sociales, con la voz poética ubicada en las
actividades cotidianas del día a día, junto a una emanación pesimista que brota
de saberse cercano a la derrota existencial o, al menos, encaminado hacia ella.
Porque
Maximiano se fija en los actos sencillos y habituales, tales como esperar un
bus, viajar en metro, conducir una furgoneta o atascarse en la autopista, para
de ellos extraer una conclusión lírica que siempre aparece cargada de una
poderosa reflexión social. La poesía de Maximiano ha ido virando hacia esa
forma de reivindicar al ser humano mostrando todo aquello que lo hace inhumano,
imbricado en el seno una sociedad que no sólo permite tal aberración, sino que
la alienta.
Esta
poética de lo cotidiano desemboca en unas composiciones escritas con un
lenguaje claro y directo, con referencias a esas marcas comerciales que forman
parte de nuestras vidas, a los anuncios, lo mismo que a las canciones o a los cantantes
pop, creando un ambiente social y urbano que resulta muy fácil de reconocer
para el lector, que de inmediato se identifica con la poesía de Maximiano
Revilla.
Pero
además, el palentino dinamita cualquier posibilidad de lugar común, de
composición plana, introduciendo algunas de las imágenes más originales y
sorprendentes que hoy en día puede descubrir un lector de poesía en español.
Muchas veces, sus textos parecen aforismos, en otras ocasiones se tintan con
cierto realismo sucio producto de su agudo tono confesional, tan próximo, en lo
que es un intento de Maximiano por combatir mediante la aparición de la palabra
ese mundo consumista y de falsas apariencias que percibe.
En
efecto, la palabra es determinante en la obra de Maximiano Revilla, porque es
habitual que invente y añada sus propios giros, sus adjetivos personales,
alcanzando más allá de lo que permitiría el lenguaje. El título de Bobilongos y churrilungas nos lo muestra
claramente; abrir un poemario de este autor es introducirse en un mundo pleno
de figuras imaginativas, someterse a una descarga de ingenio, pero también de
sinceridad poética. Un fogonazo de luz a pesar del tono algo oscuro de la voz
de un poeta amargo.
Al
final, como siempre, los temas de Maximiano Revilla son los temas universales
de la literatura. La carga amorosa de su poesía se equilibra con la
preocupación existencial por el envejecimiento y la muerte; la visión desolada
de la actualidad encuentra un bálsamo en el optimismo del recuerdo de otros
tiempos más felices que aparecen convocados mediante giros asombrosos; hay una
tarea de recuperación de la memoria (pero no la del poeta sino de la memoria colectiva)
que busca mostrarnos una época en la que todos éramos mejores que ahora. Y tal
vez podamos recuperar esa esencia que parece ser anterior a los teléfonos
móviles y a las interminables jornadas laborales.
Maximiano
Revilla es un poeta que no goza del reconocimiento del público, permanece en
manos de las minorías y eso, hablando de poesía, significa ubicarlo en la
absoluta marginalidad. Los lectores se están perdiendo, y es una lástima, todo
aquello que encierra en sus poemarios, más allá de este Bobilongos y churrilungas, cimentados en un trabajo incansable de
buen conocedor de la tradición poética, apoyados en la métrica y en las figuras
que sabe utilizar a su antojo, en fin, un despliegue de recursos tan grande
como enorme es su anonimato.
Entre
los nombres de las calles de la ciudad, las líneas de autobuses, los socavones
y las escaleras de los portales, entre los coches aparcados en segunda fila, junto
a los bordillos y adoquines, al lado de maceteros repletos de colillas, cerca
de los cubos de basura, florece la poesía de Maximiano Revilla con la fuerza de
sus imágenes y la contundencia de su mensaje; porque Maximiano no solo busca la
belleza, intenta remover nuestro interior, provocarnos un leve malestar,
hacernos reaccionar, enfrentarnos al tedio y al asco que nos rodea. Y para
conseguirlo se le ha metido en la cabeza la absurda idea de hacer versos.
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