*Esta reseña se publicó en el sitio Mi Nueva Edad:
https://www.minuevaedad.com/actualidad/2017/11/1/el-libro-del-mes-dracula/
Título:
Drácula
Autor:
Bram Stocker
Editorial:
Cátedra
Número
de páginas: 592
Año:
2005
El vampiro y los clásicos de la gran
literatura
Si
algo bueno tienen estas fechas que nos traen la fiesta importada de Halloween, es la oportunidad de
recuperar durante unos días la buena literatura de horror, que también la hay,
y mucha. Entre los libros de terror, quizás uno de los más famosos, aunque
desfigurado por numerosas adaptaciones cinematográficas —alguna de ellas bien
poco afortunada—, es Drácula, del escritor
irlandés Bram Stocker.
Esta
cumbre de la novela de terror fue publicada en 1897, y es producto de un triple
aspecto que determina su gestación. El autor había oído hablar de, al menos,
dos leyendas con tintes veraces que le resultaron cruciales. La primera, la
repugnante historia de la condesa húngara Erzsébet
Báthory, que se bañaba en sangre de doncellas para preservar su juventud.
Esta mujer, conocida como la Condesa
Sangrienta, terminó emparedada por varios años en una torre de su castillo,
donde finalmente falleció.
La
segunda leyenda, con ribetes históricos, es la de Vlad III, príncipe de Valaquia, más conocido como Vlad el Empalador
y perteneciente a la orden del Dragón (Dracul
en rumano). Este príncipe pasó a la posteridad por su extrema crueldad, por su
afición a empalar a los enemigos, por mantener con mano de hierro la ley y el
orden en su voivodato, y por combatir con fiereza a los turcos.
Una
copiosa cena a base de cangrejos le provocó una indigestión al escritor Bram Stocker, que pasó una mala noche
asaltada por pesadillas en donde se le aparecían vampiros, y que actuó de
aglutinante de ambas historias. Estos elementos dieron lugar al clásico Drácula, cuya deliciosa estructura
epistolar y su afán documental ponen en pie una de las ficciones góticas de
mayor calidad dentro de la literatura de terror.
Lo
primero que el lector descubre al adentrarse en la lectura de este clásico —en efecto, nos encontramos
ante un clásico como lo son Cervantes
o Shakespeare, y esto es algo que
debe reconocerse sin complejos; no en vano recomiendo aquí la edición de una
editorial versada en grandes clásicos como Cátedra—
es una sorprendente construcción en forma de collage, dado que la narración se conforma de diferentes documentos
que van montando la historia: diarios, cartas, noticias…, para completar un
cuadro literario riquísimo.
En
segundo lugar, nos vamos alejando de los estereotipos cinematográficos a medida
que vamos leyendo esta obra maestra, y descubrimos y disfrutamos del Drácula y de la historia original, en
una especie de arqueología literaria, que nos reconcilia con el vampiro y con
los orígenes del verdadero género de terror. Como ejemplo, el doctor Van Helsing que aparece en el
texto de Stocker, nada tiene que ver
con la mamarrachada cinematográfica.
Por
tanto, y por todo esto, la novela de
Drácula es un texto imprescindible de la novela de terror, y un documento
de primerísima magnitud si queremos llegar a entender los motivos por los
cuales la iconografía del vampiro nos ha venido aterrando desde hace siglos,
hasta alcanzar los niveles legendarios que posee en nuestros días. Pero, por
encima de todo, si leemos Drácula,
disfrutaremos de un encuentro con la verdadera literatura; esa que perdura, que
nos deja huella, y que nos reconcilia con nuestros pavores más primitivos.
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