*Esta reseña apareció en mi columna literaria de los viernes de achtungmag:
http://www.achtungmag.com/emmanuel-carrere-limonov-la-poliedrica-personalidad-rusia/
Emmanuel Carrère: Limónov o la
poliédrica personalidad de Rusia
No
acostumbro a reseñar ningún libro que no me hayan enviado las editoriales, pero
con Limónov
(Anagrama) voy a hacer una excepción
hoy en esta columna de los viernes de El
Odradek. Y lo excepcional de esta obra viene dado por dos aspectos: en
primer lugar, porque una mañana algo torcida apareció en mi casa en forma de
paquete, mandado de forma desinteresada por una de esas personas que hacen que Instagram merezca la pena. Al menos,
el Instagram que yo conozco y que es
el Instagram literario. El segundo
aspecto, nos remite meramente a su contenido excepcional. Limónov es, en su género,
una obra maestra. ¿Pero cuál es su género?
Hacía
mucho tiempo que llevaba oyendo hablar de Limónov. Algunos amigos de fino
paladar lector ya me lo habían recomendado con ganas. La obra apareció en España en 2013 y, desde entonces, sentía que era un asunto pendiente. Ahora,
gracias al mecenazgo cibernético, he
podido saldar esa deuda.
Emmanuel Carrère
elabora una biografía novelada, un producto literario acorde con esta
post-posmodernidad en la que nos encontramos, donde los recipientes que
albergan la literatura han difuminado sus límites hasta convertirse en
vehículos de diversidad narrativa. Quiero decir con eso que, Limónov,
es consecuencia de estos tiempos nuestros, y como tal se presenta… Un libro que
es difícil de definir, una biografía que a ratos parece novela, que en otros es
un tratado sobre ciertos aspectos y conflictos de la Europa más cercana y, para culminar, se convierte en una magnifica autoficción.
Pero…,
un momento, ¿estoy hablando del libro o del propio personaje? ¿Acaso Eduard Limónov no es un hombre complejo,
poliédrico, enrevesado, indefinido, imposible de definir, al estilo del país de
donde procede? Cuando uno lee este tremebundo compendio de las miserias
continentales del cambio de siglo, se da cuenta de que Rusia es una amalgama de personalidades, como Limónov y, ¡oh, sorpresa!, como el propio libro.
Eduard Limónov
representa todo aquello que ha sido, que es, y que necesita ser Rusia: bohemio, desdichado, cruel,
tirano, sumiso, violento, genial, voluble, arisco, pavoroso. Con la lectura de
la construcción geométrica que de este personaje lleva a cabo Carrère, —una especie de cubo de Rubik imposible de cuadrar por muchas
maniobras que se intenten—, al mismo tiempo, se está conformando la
arquitectura, vertebra a vértebra, de aquella infamia que fue la Unión Soviética, de esa especie de Chicago Años 30 que resultó ser la Federación Rusa, y del laberinto brutal
que ahora es la tierra de Vladímir Putin.
No
cabe duda, al leer este lúcido retrato, que sólo podría haber sido un ruso, por
entonces soviético, Alekséi Pazhitnóv,
el creador de un juego como el Tetris,
en donde hay que encajar desesperadamente las piezas de un puzle hasta el
infinito… Y un puzle es también este Limónov, en lo personal, en lo
literario, e incluso en lo geopolítico, ya que de su mano recorremos algunos
instantes determinantes de nuestra (in)consciencia europea, como la guerra de los Balcanes, la
liquidación de los comunismos o el repunte de los nacionalismos de corte
ultraderechista.
Literariamente
hablando, Limónov es una
construcción encadenada en un momento de estado de gracia de su autor. La
inclusión del propio Carrère en el
texto lo dota de las gotas justas de autoficción
para convertir a la biografía en un ejercicio de nervio moderno y claridad
explicativas. Destacables, muy destacables, son algunas de las páginas
dedicadas a la URSS, la Rumania comunista o a la ex Yugoslavia.
El
libro ya merecería la pena por lo que se encuentra entre sus páginas 197 y 202, donde Carrère realiza
una de las disecciones más contundentes y concluyentes de la historia estalinista de la URSS. Nadie podrá afirmar que desconoce los hechos, o que no
comprende lo que sucedió allí, después de leer esos párrafos demoledores. La URSS, Rusia y Eduard Limónov son poliedros de infinitas
caras, cuyas aristas no solo pinchan: destrozan.
En
el capítulo de otras personalidades históricas que pasan por el tamiz
biográfico de Carrére hay que
destacar los retratos que hace de Gorbachov, Yeltsin y, por supuesto, Vladímir
Putin. Sus componendas, sus triquiñuelas bastas y baratas en el poder, para
afianzarse o conseguirlo, y sus crímenes
de Estado: la guerra de Chechenia para
disimular la enorme corrupción en el Ejército, los atentados en edificios de diferentes ciudades rusas que acabaron
con la vida de 300 personas y que se
achacaron al terrorismo islámico, la masacre
con gas en la desgraciada gestión de la crisis de los rehenes del Teatro Dubrovka de Moscú, los
tejemanejes económicos que entregaron las grandes compañías de gas y petróleo a
multimillonarios…
En
ese aspecto, en el del crimen,
Carrére no se anda con tibiezas, y culpa directamente al Estado del asesinato del general
Lebéd —en un sospechoso accidente de helicóptero—, y de las muertes de los
periodistas Artyom Borovik —en
accidente de aviación—, Paul Klébnikov
—ejecutado de cuatro disparos en plena calle, primo de Carrére— y Anna
Politkóvskaya —en el ascensor de su casa—, así como de la liquidación del
ex agente del KGB Alexander Litvinienko —envenenado con polonio-210—.
Pero,
por encima de todo este horror, uno de los regalos que Carrère nos hace en este libro es el proporcionarnos noticia de
otras obras que son realmente impactantes. Personalmente, yo desconocía a Limónov como escritor. Tenía una remota
idea de que era un personajillo, politicastro de un partido extremista, y
también ignoraba que una de sus novelas se publicó en España en 2014. Se trata
de Soy
yo, Edichka (Marbot
ediciones), primer texto que escribió, de marcado carácter autobiográfico, del
cual se nutre esta autoficción
biográfica novelesca de Carrère,
y que generalmente se considera como una obra maestra. Y mi sorpresa ha ido en
aumento al descubrir que la sorprendente Ediciones
del Oriente y del Mediterráneo, editó en 1991, Historia de un servidor
y, en 1993, Historia de un granuja.
Además,
el francés nos menciona en su libro una obrita determinante para conocer el
carácter de la sociedad de la era de Brezhnev,
un texto macerado en alcohol titulado Moscú-Petushkí de Venedik Eroféiev, que también está
editado por Marbot y además por Alfaguara. Y la obra de Zajar Prilepin, militar en Chechenia e ideólogo del Partido Nacional Bochevique fundado por
Limónov, y publicada por la
editorial Sajalín: Patologías.
Y
me gustaría que algún día se publicara algo de la curiosísima Natasha Medviédieva, ex esposa de Limónov y que, aparte de ser la portada
de aquel primer disco de The Cars en
1978, fue cantante de rock del grupo
Tribunal, poeta y narradora, cuya obra
permanece inédita en español.
No
puedo evitar recomendar una lectura transversal que cuadra perfectamente con
esta lectura de Limónov, por algo soy comparatista, y durante mi inmersión en
las páginas de Carrére no me he
quitado de la cabeza la obra El Imperio del polaco Ryszard Kapuscinski, como un
complemento ideal a esta visión de la descomposición del Imperio Soviético, su peregrinación como Federación Rusa y el inmenso caos que representa en su actual piel
de Madre Rusia.
Tres
etapas políticas que son las tres edades que conforman la personalidad
poliédrica de Eduard Limónov, un
reflejo de lo que Svetlana Aleksiévich
denomina como Homo Sovieticus.
Homo Limónov,
me atrevería a decir.
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