LAS VIRTUDES DE LA LENTITUD AUSTROHÚNGARA
Divorcio en Buda, de Sándor Márai, parece ya ser una novela conocida por el gran público, y el autor húngaro un clásico de las superventas, desde que fue redescubierto, allá por febrero de 1989, cuando en unas oficinas de París el editor y escritor italiano Roberto Calasso halló, en el transcurso de una reunión editorial, un catálogo en donde se ofrecían viejos volúmenes de literatura centroeuropea traducidos al francés entre el 1946 y el 1950. Con un instinto fuera de lo común, Calasso canceló la reunión y encargó con urgencia todos los títulos del catálogo que pertenecían a un desconocido novelista húngaro, y se dedicó a leerlos en su habitación de hotel: se trataba de un hombre que, enfermo y cansado, hacía bien poco se había suicidado en San Diego. Se trataba de Sándor Márai. Meses después, en la Feria de Frankfurt, Calasso se reunió en una cena con seis colegas europeos y dedicó las dos horas siguientes a convencerlos de que se sumaran al proyecto que se proponía llevar a cabo desde la editorial Adelphi: reeditar la obra de Sándor Márai, empezando por el fulgurante éxito de El último encuentro, cuya reedición fue ensalzada por la crítica y elegido como libro del año 2001 en Italia, Francia, España, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Portugal y Brasil (con ventas que superaron los cien mil ejemplares en cada país). La actual editora de Márai en España no lo conocía de nada cuando recibió el manuscrito de El último encuentro, en las navidades de 1999, recomendado por Calasso. El mismo día de Reyes decidió incluirlo entre las novedades de la temporada, iniciando una cadena de éxitos editoriales. De El último encuentro, en España se han vendido más de 200.000 ejemplares. Así, el boom de la literatura húngara en España se había iniciado de la mano de El último encuentro y de Sándor Márai, de quien muy pronto aparecerían las exitosas Divorcio en Buda y La decisión de Esther. Después ha ido llegado todo un lanzamiento de otros autores húngaros, como Kostolányi o Bánffy, que en algunos casos superan ampliamente la calidad y buen hacer literario del propio Márai.
Entonces, ¿qué nos encontramos en el Márai de la notabilísima Divorcio en Buda? Desde sus páginas, de
una prosa cuidadísima (no debemos restar mérito a quién lo tiene, la que fue su
traductora Judith Xantus, fallecida en 2003) se eleva un texto con la pátina
del Imperio Austrohúngaro pero, por una vez, sin componentes negativos. Es
decadente, en efecto, pero una decadencia
placentera y enfermiza que proporciona unas cotas de belleza literaria
incontestables. Lo polvoriento, los anaqueles detenidos en el tiempo, los
suelos crujientes y barnizados, todo un imaginario cargado de humo de tabaco y
lentas reflexiones escritas en el tiempo interior de los personajes, como si
ellos supieran qué cercanas están ya las últimas horas del Imperio y se
deleitaran con voluptuosidad en discurrir por ellas pensando, conversando,
confesándose, varados en un tiempo junto al Danubio que para ellos parece
correr a otro ritmo.
Esa sensación de lentitud, ese ritmo
austrohúngaro que se devora a sí mismo, es una de las grandes virtudes de
Márai. Es un joyero de las palabras, las engarza con paciencia, de forma
pausada y calmada, para incorporarlas a un torrente narrativo de pasiones y
tensiones que nunca termina por desbordarse, represado en una estructura
impecable y un tiempo de la historia que
parece deslizarse, gota a gota susurrada en los oídos del lector. Es una
lección de literatura con mayúsculas. Es una lección de literatura imperial.
Pero hay drama, obviamente, y hay unos personajes que nos cuentan sus
sufrimientos, sus destinos, cómo sus vidas se han visto marcadas por las
decisiones que tomaron, no muy acertadas, como si hubieran sido castigados
desde un primer instante. Y hay tristeza, una tristeza como la que emana de
Budapest, de esa ciudad de puentes y bastiones, de mármoles y avenidas, una
tristeza propia de personajes que están viviendo un drama en el corazón de un
imperio que agoniza, entre los estertores de una era que se acaba y de la que
forman parte, incluso sin ser capaces de comprender lo que eso significa.
Márai pone en pie un monumento literario a la escritura de los
segunderos, de los minuteros, en la que mientras se lee, puede escucharse el
tic-tac de los carillones y se es consciente de cómo el paso del tiempo literario
nos va moldeando por dentro hasta convertirnos en parte de la historia.
Orfebrería narrativa: la
estructura de la novela, los discursos de los personajes, todo ello
engarzado en una obra que hace de la lentitud y de la reflexión un relámpago en
la imaginación del lector, transportado a la velocidad de la luz al drama a
orillas de una ciudad que nunca resultó tan magnética como en esta ocasión. Un texto ejemplar de la forma en que se debería escribir.
Sólo he leído de este autor El último encuentro, me gustó bastante y es cierto lo que comentas, la elegancia de este escritor, su impecable forma de introducirte en el relato. Lo apunto, gracias por el consejo...Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar... y me alegra que te resulte interesante mi consejo literario.
ResponderEliminar:)
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ResponderEliminarGracias por esta reseña José Carlos
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