jueves, 3 de noviembre de 2011

Amor y basura -Ivan Klíma-.



SINFONÍA DEL ESTADO EN DESCOMPOSICIÓN

Ivan Klíma refleja de una forma descorazonadora la impotencia existencial y social que el régimen produce en sus ciudadanos: ese es uno de los hilos conductores de Amor y basura, novela que podría denominarse como una narración lírica, y que presenta un curioso tapiz compositivo, con un puñado de asuntos que aparecen continuamente dentro de la narración, leitmotivs que construyen una estructura reiterativa. Así, salta de un párrafo a otro sin aparente solución de continuidad, mezcla acciones de forma repentina, sin cambios, y provoca cierto despiste y bastante estupefacción en el lector con una especie de sinfonía de toques amargos. El libro se divide en cinco partes, pero eso resulta totalmente caprichoso, porque muy bien podría aparecer sin esas divisiones, o que fueran diferentes, ya que prácticamente no separan nada, ni acotan, ni dotan de un ritmo temporal o espacial a la obra. Estas partes, insertadas en el discurso global, se asemejan a movimientos, repletas de leitmotivs que las articulan. Amor y basura: novela lírica en cinco movimientos; esa podría ser una definición.

De las formas que hay de denunciar los totalitarismos, adoptar la forma de un diario es una de ellas. Klíma escribe sus reflexiones personales como escritor que ha sido censurado y que para ganarse la vida debe probar con diferentes oficios variopintos (enfermero, tipógrafo, conductor de ambulancias) y en este caso se nos presenta como basurero en la ciudad de Praga: refleja un régimen burocrático y moribundo que aplasta al individuo y combate la individualidad en cualquier forma y expresión. El autor, internado durante la invasión nazi en el campo de Terezín, muy pronto plantea algunos dilemas fundamentales de difícil solución, relacionados con totalitarismo, individualidad y aplastamiento, entre los que destaca uno de especial interés: la indignidad del superviviente, un problema en el que ya han indagado Primo Levi e Imre Kertész, entre otros. Para el autor rumano Norman Manea, la literatura se le presenta como una forma de reconciliarse, de recuperar su lengua, de abandonar el extrañamiento. Para Klíma, la literatura, la escritura, son actividades que lo reviven. Y con ello consigue superar la indignidad del superviviente. Y aún así, pese a la compleja perplejidad del indigno superviviente, Klíma se entrega a la denuncia, deslizada en el interior de una novela de relaciones, de amantes y adulterios, de amor, al fin y al cabo, ya que el libro contiene una herencia de cierto tipo de literatura tradicional, de temas comunes y habituales a lo que se denomina literatura de Praga, con raíces ancladas en los motivos que caracterizan un estilo peculiar, particularmente centroeuropeo.

Klíma arranca su Amor y basura con la llegada a un vestuario donde el ser pensante, seducido por la individualidad, va a reintegrarse al pensamiento único al formar parte de una brigada de basureros. Es decir, ser basurero para colocarse en la alienación, escapar, así, de las voces que lo hacen ser consciente de la situación y de la realidad. Para colocarse entre ellos, entre la brigada de limpieza, lo primero que necesita es un uniforme que acalle su individualidad y lo sumerja en un colectivo: el chaleco naranja. El vestuario, así, se antoja, dentro del asunto del uniforme, como un lugar de gran importancia, por ser el primero en donde la persona muda de piel y aplaca sus deseos de vida al margen de lo absoluto. El protagonista, que mantiene una relación adúltera, que es un escritor prohibido, que publica de forma clandestina, un completo húligan, aspira a descubrir en el mono naranja de basurero toda una nueva hermenéutica que lo redima con esa sociedad en la que su presencia resulta tan incómoda. Un uniforme para sentirse nuevo e integrado, como un capirote procesional, una máscara carnavalesca o un uniforme repleto de heroicos entorchados. De hecho, integrarse en la brigada de limpieza ya es como pertenecer a un ejército en miniatura, un ejército de color naranja con sus jerarquías que reproducen, fielmente, los gigantescos estratos del Estado.

Esta teoría general del uniforme presenta un aspecto de suma importancia: los llamados uniformes verbales, el ya bautizado por Norman Manea como lenguaje de madera, un lenguaje oficial o totalitario con el cual cimentar las consignas: los disparates que se emiten en dirección del Estado al ciudadano para adoctrinar, y que cuajan en el ciudadano como una especie de anestesia ante el horror. En este sentido, encontramos un análisis retórico decisivo en Arthur Koestler y en su definitoria novela El cero y el infinito, con el subtítulo tan significativo de la ficción gramatical. Un constructo estatalizado del lenguaje, al que Klíma denomina yerkish, en uno de los grandes hallazgos de la novela: “Hace poco leí en un periódico estadounidense la alentadora noticia de que catorce subnormales profundos e incapacitados para el lenguaje habían aprendido yerkish. Éste es el nombre que recibe un lenguaje de doscientas veinticinco palabras desarrollado en Atlanta para la comunicación entre personas y chimpancés (…) Inmediatamente se me ocurrió que por fin habían encontrado una lengua en la que podía expresarse el espíritu de nuestro tiempo (…) que sería la lengua del futuro”. Ha nacido así una literatura yerkish, que es la maldad del sistema en su totalidad, que va penetrando, calando hondo, intoxicando, inficionando, como ocurre con El palacio de los sueños de Ismaíl Kadaré y la insidiosa actividad que allí se realiza.

Entonces, el lector empieza a reflexionar acerca del título, de ese Amor y basura, más concretamente de ese término: basura, y de lo que con ello se nos quiere realmente transmitir… ¿es la basura el lenguaje corrompido?, ¿acaso el propio sistema político?, ¿qué debe esforzarse por limpiar el narrador? Y la pregunta más importante: ¿por qué la basura? La basura es omnipresente, se apodera de todo, todo lo posee, lo controla, lo ocupa. Como el Gran Hermano orwelliano. Y como el Gran Hermano, el Estado totalitario se obsesiona por ocultar y manipular la Historia, presente y pasado; para ello, el nuevo lenguaje es un arma de poderío: “Ya llegan los basureros yerkish (…) borrando todos los recuerdos del pasado, todo lo que fue elevado y sublime en otros tiempos. Y cuando se plantan con deleite en un lugar que les parece debidamente higienizado, llaman a alguno de sus artistas yerkish y éste les erige un monumento al olvido (…) desprovisto de espíritu y alma, pero que el poder oficial presenta como el rostro de un artista, de un pensador, de un científico o de un héroe nacional”. Basureros del lenguaje, que con sus términos amaderados limpian y barren hasta el olvido. He aquí el porqué, una de las explicaciones a la basura.

Klíma ha reflexionado a lo largo de esta novela, de este diario, y ha concluido que debe continuar su camino por el huliganismo, que ser un inadaptado, un outsider, es necesario siendo escritor. Debe abandonar la integración yerkish y, por ello, decide abandonar la brigada de basureros y, lo más importante y definitorio: el chalequillo del uniforme. La fuerza unificadora y alienadora del uniforme no ha podido imponerse al escritor, superviviente, la persona, al fin y a la postre, el individuo. Las cosas están claras: hay que presentar batalla; debe presentar batalla. Los que prefieren la alienación yerkish seguirán embutiéndose en el uniforme con cada amanecer. Por ello, Klíma se decide a escribir Amor y basura: “Voy a escribir una novela en la que el protagonista barra con todo aquel que encuentre en su camino hacia la felicidad y la satisfacción. Y barrerá y barrerá mientras otro no le barra a él y lo quite de en medio. Si es suficientemente resuelto, hostil, decidido, despiadado y a la vez cauteloso, no tiene por qué darse tal eventualidad; sólo barrerá la propia muerte”.

Excelente libro, brillante narración, pleno de sufrimiento y sensibilidad, un mordisco al corazón humano, pero también a la historia, a la política y a todos esos constructos absurdos y sociales que nos martirizan. Kafka late por debajo de cada línea, Koestler respira en los párrafos, Orwell está presente, y de la amalgama se yergue Klíma: poderoso y delicado, inolvidable.

2 comentarios:

  1. Una más de esta lista de novedosas lecturas que nos ofreces, y en una inmejorable editorial. Saludos.

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  2. Desde luego que la editorial es inmejorable, lo suscribo. Y me alegro de que te resulten lecturas novedosas... gracias!
    Un saludo

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