jueves, 30 de diciembre de 2010

Invierno en Praga -Ladislav Mnacko-.




UNA INSINCERA CONFESIÓN

Según se puede leer en el manual de literaturas eslavas, coordinado por Fernando Presa, “tras el golpe de estado de 1948, Ladislav Mnacko se plegó a los dictados del realismo socialista (…); luego, se fue apartando de la línea oficial, adoptando una posición cada vez más crítica con el sistema, hasta el punto de que se vio obligado a exiliarse”. Este pequeño párrafo es toda una declaración de principios, sobre todo si a él añadimos esta frase del prólogo a la obra que nos ocupa: “Soy comunista, amo a mi Partido”. La declaración de principios de Mnacko, junto a su vehemente militancia inicial, nos hace pensar en alguien que no va a escribir estos Reportajes Tardíos desde un punto de vista neutral, sino enormemente comprometido con su Partido, y que lo hará a modo de denunciar las posibles desviaciones cometidas, producto de la inteligencia, de la organización, de la burocracia incluso, pero jamás del sistema. Es obvio que, desde esta perspectiva, resultará imposible narrar de forma neutral, clara, concisa y libre, los terribles sucesos que el autor nos pretende mostrar. Su mensaje, desde la atalaya de la literatura comprometida al ideal político, queda enormemente desvirtuado porque no podemos ignorar que, allá donde existen ideales políticos vehementes, solo es posible una literatura comprometida políticamente hablando y que, eso, una literatura comprometida políticamente hablando, no es literatura. La mayoría de las veces es propaganda y, en esta ocasión, un híbrido a mitad de camino entre el periodismo paternalista y el libelo periodístico.
Si hemos acordado que el libro Reportajes Tardíos no se trata de una novela, de un producto literario, tal vez podamos encuadrarlo en algún otro genero: a tal efecto se podría calificar como crónica periodística, pero no una crónica o reportaje al estilo de las de Egon Erwin Kisch, sino una especie de crónica de sucesos repleta hasta nausea de terminología comunista con un sesgo que enaltece al sistema que pretende denunciar. Porque para Mnacko, el comunismo ha sido capaz de gestar a grandes hombres que trabajan codo con codo con otros que se encargan de boicotear el sistema. Esta premisa panfletaria se encuentra muy alejada de los reportajes costumbristas que ponía de ejemplo, los de Kisch, y abraza la denuncia de irritante contenido demagógico al estilo de Julius Fucik que, aún estando a punto de ser ejecutado, dispone de tiempo todavía para delatar a quienes se han desviado de las doctrinas del Partido y son futuros enemigos de clase, anticipándose a los Procesos de Praga en su Reportaje al Pie de la Horca.
Mnacko no sabe o no quiere saber denunciar realmente las represalias estalinistas en Eslovaquia. Una lectura superficial daría esa impresión pero, si vamos más allá, descubrimos que el libro es un canto al Partido Comunista y que, los represaliados, las víctimas, han sido meros accidentes –casi necesarios- en el proceso político. Creo que las denuncias políticas, para que sean literarias, se deben realizar estructurando una gran novela de denuncia del sistema al estilo de Koestler, un sólido ejercicio literario como los de Manea, un compendio de obras de una calidad incuestionable, de pulso firme y honesto como Kadaré, un estudio intelectual y serio como los de Shentaliski e, incluso, al estilo desmesurado de Solzhenitsyn, o con las novelas río de Gheorghiu y los modernos ejercicios de Martin Amis. Esta pequeña relación de escritores que han denunciado el estalinismo en alguna de sus sanguinarias formas han actuado desde una perspectiva que le falta a Mnacko: las víctimas lo han sido del sistema, no de ejecutores que se han extralimitado en sus atribuciones o de gerifaltes o jefecillos que han campado por sus fueros, al margen del Partido y del Comunismo, intocables en su urna impoluta de ideales intocables e incorruptibles.
Así que en Mnacko, el mal es interpretado por el hombre, por ese mismo hombre que pergeñó el sistema, aunque ahora resulte que ese sistema se ha erigido por encima del hombre para permanecer inocente.
Reportajes Tardíos empieza con un relato sobre un cementerio, donde ya aparecen los elementos que van a estar presentes a lo largo de toda la obra: los muertos, los partisanos, la historia de los resistentes ante los nazis y la Segunda Guerra Mundial para enaltecer el espíritu patriótico eslovaco, la corrupción y las purgas. Ya en esta primera historia de la separación de un matrimonio de héroes se presenta la injusticia como un miembro de la sociedad que se hubiera independizado de la ideología y que actuase por su cuenta y riesgo. El comunismo presenta una perspectiva de “una vida nueva, realmente nueva, con una moral nueva, nuevas relaciones humanas, nueva dignidad del hombre” que viene a contrastar con la época del auge del nazismo que se deja atrás y en donde ahora “los fiscales son fiscales socialistas, los jueces, jueces socialistas, y la antigua policía corrompida ya había pasado a la historia” y el Cuerpo de Seguridad “protege al pueblo, responde ante el pueblo, defiende el derecho y la justicia”, lo que viene a significar que los abusos son perpetrados por “enemigos de clase”, malos comunistas, en ningún caso por el propio sistema comunista en sí.
Evidentemente, el binomio comunismo/nazismo ha protagonizado el siglo XX. Como dice Todorov en su brillante trabajo Memoria del Mal, Tentación del Bien: la historia del siglo XX, en Europa, es indisociable de la del totalitarismo. El estado totalitario inaugural, la Rusia soviética, nació durante la Primera Guerra Mundial y muestra su huella; la Alemania nazi siguió poco después. La Segunda Guerra Mundial se inició cuando los dos Estados totalitarios se habían aliado y prosiguió con una lucha sin cuartel entre ambos. La segunda mitad del siglo se desarrolló a la sombra de la guerra fría, que opuso Occidente al bando comunista. Los cien años que acaban de transcurrir estuvieron dominados por el combate del totalitarismo con la democracia o por el de ambas ramas totalitarias entre sí .
Para Mnacko el nazismo criminal (con sus millones de víctimas inocentes) dejó paso a un mundo utópico e ideal por el que lucharon los partisanos eslovacos: el mundo socialista o comunista. Sin embargo, los millones de las víctimas inocentes del comunismo no son producto del sistema criminal como lo fueron las del nazismo, en este caso han sido elementos aislados que han operado sus maldades de espaldas al comunismo. Así sucede en el proceso que se desarrolla en el articulo de El Mercado de los Escándalos -en donde se enjuicia a un harinero y tras un montaje se condena al inocente-; los jueces y el sistema de la judicatura, el sistema penitenciario si se me apura, son los culpables. Esto sería como decir que Vichinsky actuara independientemente de Stalin en los amaños de los procesos de Moscú (cosa que para muchos condenados en las cárceles estalinistas sí que parecía ser cierta puesto que morían dando vivas a Stalin y convencidos de que si Él supiera la injusticia que se estaba cometiendo la habría impedido cuando, realmente, la firma de las condenas a muerte iba ratificada, en última instancia, por el propio Stalin) o que Roland Freisler no obedecía las ordenes de Hitler dictadas para la judicatura.
Así que los relatos, o pequeños reportajes que componen este volumen, presentan un estilo grandilocuente jalonado de obreros que trabajan en pos del socialismo, como ocurre en Las Vías del Tren y en El Vaporcito de Recreo, en donde Mnacko, más que denunciar una injusticia se llena la boca con un vocabulario técnico industrial y parece abrazar de nuevo la corriente realista de la literatura de las primeras épocas del comunismo, glosándonos a los héroes que se dedican a trabajar en los pantanos, en la construcción del ferrocarril o de las grandes presas, en los proyectos mastodónticos del régimen y que ven obstaculizada su labor por pequeños impedimentos burocráticos y con corruptelas a veces ininteligibles que resultan un verdadero galimatías para el lector y nada aclaran.
El Testigo quizás sea el articulo más conseguido del libro. En él aparecen de nuevo todos los elementos conductores de la obra: la muerte, el nazismo, la guerra de liberación, los partisanos, los juicios, los jueces corruptos, los funcionarios vendidos y temerosos al sistema y el inocente que es encausado y condenado injustamente. Pero ahora, se introduce un elemento que nos valdrá para hacer una reflexión final y llegar a ciertas conclusiones: el hombre juzgado realmente es un asesino, es culpable porque ha dado un tiro de gracia a sus víctimas, aunque lo hizo para que no sufrieran tras ser fusiladas por los nazis –por un pelotón de nazis que él integraba y que, tras el incidente, dejó de lado para unirse a la lucha partisana-. El autor juega con fuego en este relato y se quema moralmente puesto que parece que el valor de las vidas y la magnitud de los crímenes están en función de quién los perpetra y de a quién se ejecuta. En todo momento se presenta al hombre como un inocente que es víctima de un juicio injusto, olvidándose Mnacko de que se trata de un asesino. Es el espíritu que emana el libro: en todo momento se presentan a las víctimas del estalinismo como producto de unos hombres desalmados olvidándose que, el verdadero culpable, es el comunismo en sí, que alentó, permitió, creó, educó, generó y sostuvo a semejantes criminales. Porque, como dijo Rousseau, en las relaciones entre los hombres, lo que peor puede sucederle a uno es encontrarse bajo el dominio de otro. Y yo me atrevería a añadir, a modo de corolario, que es peor es aún si ese otro se encuentra, a su vez, sometido al ingente poder de un sistema político totalitario.

El autor tira la piedra y esconde la mano, es torticero y trabucaire. Donde hay politiqueo no cabe la literatura aunque se preñe de realismo social, compromiso y otras zarandajas.

3 comentarios:

  1. Pues para mí éste libro merece tener un reconocimiento que no tiene, un libro de una literatura tan rica, talentosa y desconocida como es la eslovaca. Y de un genio que nadie ha oído hablar jamás que es Ladislav Mnacko.

    Si tu nota es de 4/10, se nota que te gusta hacer críticas y te encanta la literatura, verdad? obvio. Como dijo Benjamin Disraeli: "¿Sabes quiénes son los críticos? --los hombres que han fallado en literatura y arte." Ahora bien, si en tu puntuación tachas a Mnacko de hipócrita por "tirar la piedra y esconder la mano" te diré que estás siendo injusto con él y contigo mismo, porque en el fondo todos somos o hemos sido alguna vez farisaicos.

    En el arte de la literatura te diría como en el cine, que a veces las mejores obras son las más desconocidas y que están por descubrir, no las "Avatar" ni las "Piratas del Caribe". Y si aún así calificas de "suspenso" a una obra literaria de éste nivel...pues adelante.

    Y para terminar, únicamente decir que has dejado muy claro que no te ha convencido ni "te ha llegado" xD yo al menos sí que haría una crónica más humilde y positiva, al menos para mí, "Invierno en Praga" sí que está en un pedestal muy alto.

    Un cordial saludo.

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  2. Estimado amigo:
    Creo que no has entendido ni una palabra. ¿Yo crítico? En la vida lo he sido, ni por asomo pienso serlo: esto no es una crítica. Es una opinión, es mi blog y en el digo lo que quiero y doy las puntuaciones que me vienen en gana. Tú "harías una crónica más positiva", ¡pues hazla en lugar de decirlo! Tendrás tu gusto y tu opinión y yo la mía. Por cierto... ¿a qué viene un tono tan agresivo, metiéndote personalmente conmigo, cundo yo sólo me limito a hablar de literatura? En fin, que lo dejas todo bastante claro.
    Por cierto, que critique este libro no quiere decir que no piense en lo talentoso de la literatura eslovaca: he dado un curso sobre ella y desde luego, creo que es desconocida, debería ser más conocida, y que tiene grandes autores... ¡pero Mnacko no lo es en este libro!
    Saludos.

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  3. Hola de nuevo,

    No, jaja, no quería tampoco parecer agresivo ni meterme contigo, aunque por lo que he escrito, eso parece, pero no, no era mi intención..xD

    Sólo que no entiendo como no te ha podido gustar éste libro, me parece fantástico, y que le pongas un 4...

    Yo dí haces ya unos cuantos años también un curso de literatura eslovaca, lo único malo es que hay poquísimo publicado en castellano, y desde luego, Mnacko me parece un crack, tengo aparte de Invierno en Praga, "Cómo gusta el poder" y "La muerte se llama Engelchen", no sé si los habrás leído, ambos me los compré hace ya tiempo en librerias antiguas de 2ª mano. Y sí, "Cómo gusta..." y "La muerte..." me parecen mejores que Invierno en Praga, aunque éste le tengo cariño.

    Eh, que no quería tampoco meterme contigo, además has hecho una estupenda y elaborada síntesis en tu opinión del libro. Enhorabuena!

    Saludos cordiales!

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