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Borges invisible de Claudia Capel: tigres y ruiseñores para un Borges lírico
Es Borges invisible de Claudia Capel y publicado por El desvelo ediciones, una original manera de aproximarse a ese Borges poeta que, en ocasiones, no ha sido bien entendido. En efecto, ese Borges invisible, al que se refiere la autora de este extenso y bien documentado ensayo, es el Borges poeta, el Borges original que trasvasará sus ideas desde la poesía para utilizarlas como temas en sus relatos. Pero no podemos quedarnos solo en esto; Borges invisible explora la naturaleza lírica de un escritor que se sintió poeta por encima de todo —como le ocurrió a Cervantes, a Bukowski, a Handke…—, pero que se ganó la inmortalidad con su narrativa; me atrevería a decir, tras la lectura del ensayo, que muy a pesar suyo. Hoy, en este Odradek prenavideño de los viernes de Achtung!, un talento descomunal como Borges analizado con la delicadeza y la profundidad de Claudia Capel.
Así es, Claudia Capel sigue con fidelidad el rastro borgiano y recorre todos los libros de poesía del argentino, también sus obras narrativas, para presentarnos una selección lírica muy pertinente que ayuda a ilustrar cada fase y cada momento vital de ese otro Borges, el invisible, el de corazón de poeta; un Borges emboscado que late en sus cuentos, que firma extraordinarios poemarios, y que se sabe aplastado por el peso de su genialidad.
Porque con Borges nos encontramos ante un coloso de las letras que ha sido estudiado, observado y diseccionado desde todas las perspectivas. Sin embargo, la autora del ensayo ha sabido percatarse de que es en la poesía donde se fragua toda la magnitud del autor, que se proyecta al resto de su obra, la narrativa, esa que alcanzará la celebridad mundial desde esa particular visión literaria del poeta privado e incomprendido.
Aunque no tan privado, desde luego, porque como un hito queda ya su primer libro, Fervor de Buenos Aires, de 1923, pilar de la biografía poética del invisible. Entre este hito y Los conjurados, de 1985, un total de 13 poemarios aplastados, en cierto modo, por sus colecciones de relatos tales como Ficciones, El Aleph, Historia universal de la infamia o El libro de arena: demasiado talento narrativo para poder entablar un combate justo y equilibrado con sus poemas, un género ya de por sí minoritario, subversivo, encubierto, clandestino.
Claudia Capel trata de fijar la aparición del Borges invisible, el del talento poético, en función del glorioso momento de la epifanía, cuando un escritor se descubre a sí mismo como versificador, en lugar de prosificador:
“El nacimiento de un poeta no coincide con la fecha biográfica, ocurre en el momento de la revelación lírica”.
Esta revelación, en Borges, y si podemos creernos algo de lo que afirma este gran mixtificador (tremendo trabajo el de biografiar a Borges, una batalla para separar las ficciones de los guiños metaliterarios, las realidades de las trampas) se produce cuando su padre le recita Oda a un ruiseñor de Keats. Entonces, algo se enciende en el interior del niño, le alcanza la revelación y, tal y como afirma la autora, Borges empieza a vivir aquella que será:
“la vida invisible del poeta”.
El ruiseñor será, desde entonces, un gran símbolo que aparecerá en sus poemas:
“El ruiseñor es el símbolo de la voz íntima, de la palabra individual (única), la presencia de la poesía en el corazón y en el ambiente del alma. También es la voz del tiempo lírico entre penumbra y alba, cuando el poeta recibe mensajes entre la vigilia y los sueños”.
Símbolos, porque Claudia Capel se toma el esfuerzo de aproximarnos a los símbolos, complejos y muchas veces ininteligibles para los profanos, que inundan la poesía de Borges. Además del ruiseñor, nos descubre a los tigres y los espejos, el ajedrez y el laberinto, la parra de uva, el eucalipto, el mar, la sangre…, en un ejercicio de crítica textual que no solo ilustra con los poemas del argentino, además se toma la molestia de analizar diferentes paratextos para completar la visión del invisible. Pero ninguno de los símbolos es como este ruiseñor que se ha convertido:
“en el símbolo de su vida invisible”.
Es decir, el ruiseñor encarna la poesía, el sentir y la forma de entender la vida desde la lírica borgiana: el ruiseñor es la flor azul de Novalis, el pájaro, también azul, de Bukowski.
John Keats, poeta británico que falleció muy joven víctima de la tuberculosis y que provocó la epifanía poética en el Borges niño. |
Un botín lírico que se enriquecerá con su estancia en España, muy particularmente en la Sevilla ultraísta de 1919. Y allí, entre las figuras del momento, se eleva con el poderío de un talento privilegiado, uno de los grandes maestros de Borges, el extraordinario Cansinos Assens. En palabras de Borges, un hombre que:
“vivía exclusivamente para la literatura, sin pensar en el dinero o la fama”.
La relación de Borges con Cansinos será fundamental a la hora de conformar una parte del imaginario poético. Para Borges:
“Cansinos simboliza la biblioteca sin fin, la cultura infinita”.
Además, otro escritor argentino, Leopoldo Lugones, ejercerá una profunda fascinación en Borges, en especial su poemario Lunario sentimental del año 1909, en donde aúna la agonía de las formas modernistas con el adelanto de los fuegos artificiales e hipnóticos de las vanguardias. Todo ello, como acicate para que el invisible se haga visible en ese mítico Fervor de Buenos Aires, necesita unas gotas de admiración por el poeta norteamericano Walt Whitman y el magnetismo del autor bonaerense Macedonio Fernández, porque:
“la escuela de un poeta, si existe alguna, son los maestros que encuentra en el camino, en el azar lírico de la vida, en el asombro que las palabras de un poeta causan en otro”.
Walt Withman y Rafael Cansinos Assens:
Los tres primeros libros de poesía de Borges, junto al ya mencionado Fervor de Buenos Aires hay que sumar Luna de enfrente (1925) —en donde más se aprecia la influencia del Lunario sentimental de Lugones, pero también de Manuel Machado— y Cuaderno San Martín (1929), son trabajos:
“en torno a un tema, a un ambiente emotivo, la ciudad íntima, la patria personal, el cuaderno poético (…) son diarios de un viaje interior”.
Buenos Aires sostiene las poesías con una presencia abrumadora, prefigurada en Fervor de Buenos Aires, el absoluto alfa de esta encarnación del Borges poeta: 300 ejemplares y un grabado en la tapa que es obra de su hermana. Así se escribe la historia de la mejor literatura, de este poemario indispensable y fundacional que:
“Es el viaje interior hacia los símbolos”.
Por tanto, vista la afirmación de Claudia Capel, estamos ante un texto absolutamente clave en el imaginario borgiano. Encontramos, así, una génesis poética de lo que serán después sus relatos maestros. Por ejemplo, la autora del ensayo establece una luminosa comparación correlativa entre el poema Resplador-Aftergow y el cuento Las ruinas circulares.
Leopoldo Lugones y Macedonio Fernández:
Borges escribe y reescribe, varía, altera las versiones de los poemas, nunca se encuentra satisfecho, y manifiesta aquello que tantos escritores defendemos, en lo que creemos:
“siento que durante toda mi vida he estado reescribiendo un único libro”.
Sorprende que, tras esta primera trilogía poética, Borges opte por un silencio lírico de 30 años, plenos, eso sí, de triunfos narrativos, en donde el invisible se hace más imperceptible que nunca, diluido entre las sombras de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, extraviado en El jardín de los senderos que se bifurcan, fascinado ante la contemplación del Aleph en el sotanillo de la calle Garay, con la ausencia de Beatriz Viterbo en el corazón. Claudia Capel nos ofrece una explicación ante el mutismo:
“Después de Cuaderno San Martín, Borges se aleja de la poesía visible y trabaja su lenguaje hacia la prosa, emprende la tarea más difícil para un poeta, narrar sin que la lírica se apodere del relato, conseguir el misterioso lujo de engañar al poeta para escribir un cuento. El alto riesgo es que la poesía no vuelva. Los poetas que intentan el relato, la novela, la escritura narrativa, no logran bifurcarse. Son buenos poetas que escriben malas novelas o narradores que abandonan la poesía para destacarse como autores en prosa. Es muy difícil bifurcarse en prosa sin matar al poeta”.
Pero, afortunadamente, después de tanto tiempo transcurrido, Borges retorna a sus primeros libros de poesía mediante correcciones, actualizaciones de los viejos poemas, publicando ya con setenta años las versiones definitivas de Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. Esto le ha permitido mantener la elasticidad del verso, en forma el imaginario simbólico. De hecho, en ese tiempo ha publicado una compilación de poesías extraídas de sus tres primeros libros que, junto seis inéditos verá la luz como Obra poética (1922-1943). Será la primera versión de una obra poética completa que no hará más que crecer.
Borges y Claudia Capel, autora del magnífico ensayo:
El hacedor, libro de 1960, marca el suave retorno del Borges invisible. Este es un libro que aúna poesía, relatos y ensayos. Es un puente, una renovación, y de esa forma alumbrará su cuarto libro de poemas: El otro, el mismo, en 1964, al que seguirá Elogio de la sombra en 1969, con un Borges que tiene muy claras las realidades a las que, como poeta invisible, se ha venido enfrentando toda su vida:
“Sabe que sus cuentos son más famosos que sus poemas. Sabe que la poesía suena a palabra menor en el mercado literario. Sabe lo difícil que es sostener la vida invisible del poeta en un mundo de novelas”.
Entre los setenta y los ochenta años, el invisible alumbrará nuevos libros de poesía, sabedor de que no puede escapar de los:
“críticos que analizan e interpretan sus cuentos, indiferentes al fondo poético que sostiene su obra”.
Claudia Capel hace una afirmación definitiva casi al final del libro:
“El enigma, que es la poesía, sostiene al poeta. Está siempre ahí, invisible y presente. La tarea poética consiste en ser la voz del enigma, una de las infinitas voces del enigma”.
Esta máxima no puede encarnarse mejor que en la trayectoria poética invisible de Borges, un enigma poético que encierra conjuros mágicos porque:
“un volumen de versos no es otra cosa que una sucesión de ejercicios mágicos”.
Claudia Capel no solo nos ha descubierto al Borges invisible, al Borges poeta, lo ha empujado con su magnífico ensayo hacia la luz, y también nos ha iluminado el rastro que su poesía imprime en sus obras narrativas pero, lo más importante de todo, el gran hallazgo del libro para los lectores: nos descubre, brotando desde las sombras, al Borges mago.
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