jueves, 23 de junio de 2011

El miedo del portero al penalty -Peter Handke-.



LOS ESTADOS DE LA ANGUSTIA

La Expiación de la Culpa: el Desarraigo
Si la obra de Kafka se caracteriza por dos temas centrales, la culpa y la búsqueda de la redención, la de Handke, y más en concreto El Miedo del Portero al Penalty, no anda muy lejos de estas temáticas inherentes al espíritu de la literatura en lengua alemana. Así, los personajes de Handke son personajes desarraigados, en una profunda crisis existencial, ubicados en una situación transitoria y que deambulan por el texto como autómatas, como sonámbulos de aquí para allá, expiando así una culpa que tiene su origen en el pecado original del siglo que les ha tocado protagonizar: el siglo XX, el siglo del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial, que, tras su paso, a sumido a esos personajes en el desarraigo.
Los personajes, tan culpables de los sucedido, deambulan por las calles de las ciudades, por el campo, asisten a sesiones cinematográficas o perpetran asesinatos con absoluta abulia pero, a la vez, angustiados por la libertad que ahora poseen -periclitada ya la época totalitaria-, para actuar con libertad y dotar, a esa libertad, de toda la maldad posible, como si no fuera posible actuar de otra manera. El retrato de Peter Handke sobre los estados de angustia del ex portero de fútbol Bloch, las vivencias del protagonista de la novela, el relato de la huida del ex futbolista de la capital a la provincia fronteriza, son sucesos que ocurren, que van desfilando delante de sus ojos atónitos y embobados, como en diferentes planos: viajes, asesinatos, recuerdos de su vida deportiva, reyertas, los crímenes, la huida desganada y como congelada, como colgada de sus espaldas; ante estos sucesos la actitud de Bloch es de distanciamiento, de una falta de emoción patológica, como si fuera un mero espectador ante lo que le ocurre y, lo que le ocurre, no pueda evitarse bajo ningún concepto. Porque, como dice Sebald, “la génesis de la esquizofrenia no debe fijarse tanto en lo que a uno le ocurrió como en los espacios en blanco de la vida anterior” y de esos, Bloch atesora unos cuantos. Así, Handke renuncia a desenterrar la vida privada de su protagonista ante sus lectores para demostrar la enfermedad, la clave esquizofrénica anclada en el desarraigo de Bloch. De ese modo, siguiendo con palabras de Sebald, “la huida en muchos aspectos estirada, a cámara lenta, de Bloch, muestra por ello de la forma más exacta cómo, por un pánico indefinido y por simples catástrofes muy diminutas, se desarrolla una forma de existencia que no resulta ya compatible con las definiciones de normalidad. El estado de pánico en que se presenta Bloch al principio del relato, cuando, por una interpretación sumamente subjetiva de las miradas de los obreros y del capataz, deja la garita y, en la calle, con sus gestos excéntricos, hace que se para un taxi de forma más casual que intencional, viene provocado por una progresiva irritación que, como explica el texto, le causa todo lo que ve. La necesidad ligada a ello de ver lo menos posible se ve sin embargo siempre anulada por una especie de necesidad de percibir, de forma que a Bloch por una parte no le gusta hojear las revistas , y por otra no podía dejar ninguna sin haberla hojeado del todo.”
Un Asesinato por Automatismo: la Ausencia del Duelo
Da inicio así una aventura donde el desarraigo y el desinterés de Bloch, del propio Handke, alcanzan una sublimación tal en la novela que los momentos claves de la narración se tratan con semejante desidia y desapasionamiento que los instantes de menor incidencia en la historia, como si todo estuviera cubierto por un velo que difuminara la verdadera importancia de cada acto. Este es el caso del asesinato de la mujer que estrangula Bloch, que recuerda mucho a otro ilustre asesinato, el que perpetra Mersault en El Extranjero de Camus -en aquel caso tal vez porque hacía demasiado calor- y ahora porque encajaba o, precisamente, no encajaba en absoluto con las circunstancias, ambos, en cualquier modo, llevados a cabo por puro automatismo, por puro hastío. Un recurso para el protagonista de la novela cuyo mal, cuya enfermedad, cuyo pánico, sólo puede superarlo Bloch mediante el asesinato de la cajera del cine. Se establece así, una línea directa con el existencialismo en el libro de Handke, al estilo de Camus, un existencialismo reconocido como una extrañeza del yo, como la existencia de ese yo propio como un cuerpo extraño y ajeno.
Será este estilo de Handke, llamado de la Neue Subjektivität, donde el sujeto literario tome conciencia de su yo interior con desapasionamiento e indiferencia y lo verbalice en una reinterpretación abúlica pero también agorafóbica de la realidad en la que todo asusta, los planos son angulosos y, esos ángulos hieren, provocan el comportamiento de sonámbulo. La realidad, la información que Bloch obtiene de esa realidad, aparece como algo extraño. El personaje purga un crimen, el de la guerra pasada, y un estado en el cual ha quedado la humanidad, incapaz de sentir, sumida en la zozobra existencial, en la alienación industrial, incomunicada, aplastada por el peso de los horrores de los que ha sido, hemos sido, autores. Horrores que, además de sumirnos en esa absoluta incomunicación, hemos sido incapaces de purgar al ser imposible generar un duelo por ellos ya que, han sido tan brutales, que todavía no hemos tomado conciencia de ellos y nos comportamos como alucinados ante las brutalidades que hemos descubierto, sin capacidad alguna de reacción. Como dice Sebald: “un estado de ausencia de dolor más allá del trauma (…) la simple existencia desnuda, persiste ininterrumpidamente”.
La incapacidad para el duelo en la literatura Alemana es un fenómeno bien documentado: la sorprendente paralización de sentimientos con que se respondió a las montañas de cadáveres de los campos de concentración, la desaparición de los ejércitos alemanes en la prisión, las noticias sobre el asesinato de millones de judíos, de polacos y rusos, y sobre el asesinato de adversarios políticos en las propias filas dejaron perfiles negativos en la vida interna de la nueva sociedad, lo que muy bien explicaría el comportamiento alucinado y sorprendido, automático, de Bloch en El Miedo del Portero al Penalty.
La Literatura de los Escombros:
Pertenecería esta novela, no en un sentido estricto en cuanto a la escena, ya que no aparecen ciudades erizadas de escombros, pero en nada alejada en lo psicológico de sus personajes, a la llamada Trümmerliteratur, esa Novela de los Escombros que Heinrich Böll definió: “de modo que escribimos de la guerra, de la vuelta al hogar, y de lo que habíamos visto en la guerra y encontramos al volver a casa: escombros”. En esta ocasión, Bloch vuelve de su personal batallar, el mundo del fútbol, de los partidos de balompié en los cuales es el portero, un valladar -¿y qué es sino una batalla un partido de fútbol?- y se reintegra, como excancerbero, en la vida cotidiana, en su vida cotidiana repleta de escombros. Esa es la analogía de Handke. Y, al igual que la literatura de Escombros se ocupó sobre todo de cuestiones personales y de los sentimientos privados de los protagonistas, Handke se ocupa de esos mismos sentimientos alienados de su protagonista en el momento del regreso a un mundo postbélico que es una gran escombrera de sentimientos.
Siguiendo con la analogía de la Novela de Escombros y de El Miedo del Portero al Penalty cabría decir que las características de aquella se ven reflejadas en esta. Sebald, en su ensayo ya citado, califica a esa clase de novela de después de la batalla “como una forma en que la literatura acoge la experiencia colectiva de la destrucción de zonas de vida humana (…), el relato de la vida sin vida (…), los peatones vagan apáticamente por las calles de escombros como si no sintieran ya lo desolado del entorno (…), privados de la última seguridad de su existencia: el lugar en que vivían”.
Estos rasgos son exactamente aplicables a Bloch, que vaga de igual manera por las calles de Viena, con la diferencia de que su escombrera interior es la que le proporciona esa especie de vida sin vida. Como superviviente, como supervivientes de una gran catástrofe colectiva, ya estamos muertos, aunque nos engañemos y creamos que hemos sobrevivido a ella, avergonzados, además, por no ser una de las víctimas, algo que debía convertirse luego en una de las principales dimensiones morales de la literatura de la Alemania occidental y que Handke recoge para sí y para su esquizofrénico personaje.
La Crisis del Idioma. El Dolor y la Incapacidad de Comunicación:
La crisis es tal, de tamañas proporciones, que el idioma pierde su naturalidad. Su capacidad de comprensión disminuye, y adivina tanto como comprende, porque el orden del lenguaje se convierte cada vez más en los bastidores sonoros de una realidad que se aleja. La realidad articulada sólo llega ahora hasta Bloch, a través de una especie de mezcladora, en forma desfigurada y como irritación. Así, en uno de los párrafos de la novela se lee: “Ya no encajaba en la realidad; solamente era, y quería seguir siéndolo, afectación e instintos asesinos”. Y eso es lo que le lleva a percibir la realidad al final, en el éxtasis de su exasperación, en signos, en símbolos, en dibujos que Handke no duda emplear para reproducir el dolor de las cosas que chisporretean en el cortex de Bloch, gran acierto conceptual de la novela y auténtico deus ex machina de la misma: el dolor, porque Handke en historias como la de El Miedo del Portero al Penalty informa y reflexiona sobre las catástrofes silenciosas que continuamente acontecen en el interior de los hombres.
“El portero miraba cómo la pelota rodaba por encima de la línea”; Peter Handke comienza con estas palabras su novela, o más exactamente la encabeza, ya que el arranque dice así “Al mecánico Josef Bloch, que había sido anteriormente un famoso portero de fútbol, al ir al trabajo por la mañana, le fue comunicado que estaba despedido”. Por tanto intuimos que este hecho, ser portero de fútbol y el objeto que indisolublemente está unido a él, el balón, tienen la importancia que ya se insinúa en el título de la novela. El portero es el último valladar, el último encargado de evitar lo, a veces, inevitable, el gol, y eso es lo que le ha sucedido a Bloch, que encarna a la humanidad o, al menos, a la Alemania de posguerra: fueron los últimos en resistir y no supieron evitar la barbarie que les ocurrió.
Tal es así que la realidad en la novela está vista muchas veces a través del enfoque novedoso y curioso de los ojos de un portero de fútbol. De este modo, y volviendo a la cita inicial, los campos de la frontera que el divisa desde el pueblo de provincias al que huye tras el asesinato de la taquillera, hacia el final de la obra, son una línea, ‘línea’ que él nunca llega a traspasar a la par que ha dejado a la inhumanidad y la insensibilidad traspasar su bastión y verse, ahora ya, batido sin remisión, sin palabras, porque la palabra, esa palabra que en Paul Celan era “un brote de visiones atomizadas que van quedando presas en la red de una tensión de lenguaje obseso consigo mismo, sin dejar más que un resquicio de alusión a realidades previamente conocidas”, esa palabra aquí pone de manifiesto la destrucción de una personalidad, de una vida, y abre ventanas e incluso puertas por las que se atisban las más duras de las realidades.

Angustiado, desarraigado, cubista, mersaultiano, sebalesco, camusiano, extranjeriano, handkiano, desarragaido y dolorido. Aterrador.

2 comentarios:

  1. Hola!
    Justamente hoy acabé de leer esta novela y, francamente, no supe qué pensar de lo que había leído. Este ensayo me ha resultado muy esclarecedor y útil para conocer el entramado que se oculta detrás de la obra. Personalmente no puedo decir que me haya gustado, pero en todo caso me resultó inquietante y más interesante ahora que leí este artículo. Me gustaría preguntarte cuál es el artículo de Sebald a que haces referencia, pues no encuentro su nombre ni bibliografía citada. De ser posible, me gustaría conocer tu opinión e interpretación de las líneas finales del libro, en donde Bloch describe lo que pasa por la mente de un portero en los momentos previos a que se cobra un penalti. Muchas gracias y saludos.

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  2. Llevo 56 páginas. Una narración deshilachada, unos actos, reacciones, pensamientos y palabras sin sentido. Este artículo explica y contextualiza el por qué de tanto absurdo, es una explicación plausible, pero en la narración propiamente dicha no encuentro pistas sobre los motivos y causas del extraño personaje, fuera de que ha sido despedido del trabajo de mecánico y antes ha sido portero de fútbol. Nada sobre la circunstancia histórica ni sobre otras circunstancias personales, y dudo mucho de encontrarlo en las páginas que quedan. El lector debe adivinarlas o bien tener la fortuna de encontrarse con un artículo como éste que se las explique. A ello hay que unir un texto árido, de lectura fláccida y me atrevo a decir que aburrida. Quizás haya textos muy pertinentes para una coyuntura histórica, pero deberían justificarse por sí mismos y no necesitar tanta aclaración extrínseca a ellos mismos. Este me suscita muy poco entusiasmo, por decirlo suavemente.

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