martes, 30 de junio de 2020

Zorro-Dubravka Ugrešić

*Esta crítica apareció orignalmente en achtungmag.com:


Zorro de Dubravka Ugrešić: reivindicación del escritor de clase económica


Zorro, de la croata Dubravka Ugrešić y publicado por Impedimenta, es un artilugio literario seductor. Atiende a multitud de facetas relacionadas con los libros y la literatura, incluso analiza el mercado editorial y la función de los escritores, de antes y de ahora, pero, sobre todo, entre autoficción, biografía e investigación filológica, nos impone el irrefrenable deseo de la autora por mostrarnos como se crean los cuentos. Para ello, Ugrešić escribe un trampantojo por donde desfilan pedazos de libros y retazos de las vidas de Boris Pilniak o Vladimir Nabokov, junto a biografías de autores casi desconocidos y perdidos y personajes que lograron ser una nota a pie de página en la historia de la literatura. En el trasfondo, el terrible conflicto de la antigua Yugoslavia, los croatas, los serbios… y una visión narrativa del mundo en el que vivimos en donde el misterio de la creación de relatos, ese cómo se crean los cuentos, puede ayudarnos: veamos el horror de nuestro mundo con los ojos de un niño. Creemos cuentos y, tal vez así, nuestra vida sea mejor.

Tal es la atractiva propuesta de esta autora, figura capital de las letras croatas con un puesto bien ganado gracias a textos como El museo de la rendición incondicional o El ministerio del dolor. Estamos, por tanto, ante una autora de reconocido recorrido, que además se ha significado a la hora de tomar la voz de la guerra y del exilio causados por las guerras en la antigua Yugoslavia, y que le granjearon la enemistad de muchos compatriotas.

Por ello, una escritora de este nivel puede plantearse un libro partiendo de una única y absorbente premisa: ¿cómo se crean los cuentos?, que es lo mismo que tratar de analizar los mecanismos de la ficción. Desde aquí, Dubravka Ugrešić pone en marcha una narrativa autoficcional que tiene mucho de tratado de literatura comparada. El resultado es un libro inclasificable y, por eso, fascinante.
La idea de buscar las fuentes originales, aquellas de las que se alimenta la ficción, de entrada, ya nos anuncia una lectura exigente en algo que no puede entenderse como una novela al uso. Pero ¿quién desea a estas alturas otra novela al uso? Zorro destila un gota a gota emanado de las notas a pie, es decir, de aquello que sucede en la literatura con letra pequeña, pero que atañe directamente a la letra mayúscula, es decir, a la obra maestra.
El empeño de la autora en fijar una lente de aumento sobre los instantes en los que se generaba literatura mientras todos miraban hacia otro lado, permite que desgarre el papel de la ficción para alcanzar más allá de la mirada convencional de los lectores de libros.
Cuando todos, lectores y crítica, observaban fijamente a Nabokov, a su lado se estaba desarrollando una historia de esas de letra diminuta, que se agiganta con el análisis de Dubravka Ugrešić. Porque la historia que nos muestra acerca de Nabokov es la historia de Dorothy Leuthold, una especie de chofer y secretaria accidental del escritor, bautizada por la autora como Little Miss Footnote (Pequeña señorita Nota al pie de Página).
A pesar de ser solo eso en la historia literaria de Nabokov, una nota a pie de página, esa mujer quizás haya resultado mucho más importante para su literatura. En efecto, Ugrešić nos cuenta la historia de Nabokov y esta mujer, pero además añade la de Nabokov y su pasión por las mariposas, relatando un suceso cargado de alto voltaje sexual, justo cuando una mariposa se detiene sobre el pubis de Dorothy Leuthold. ¿Qué hacía la mujer con la falda levantada mientras buscaban mariposas en el fondo de un cañón rocoso? Para más información sobre el acontecimiento, os remito al libro.
Nabokov y Pilniak, muy presentes en Zorro:


De modo que así se escribe la literatura, partiendo de sucesos nimios, como nimio parece el escritor japonés Tagaki. Pero, al igual que la mariposa sobre el pubis, que se magnifica por obra de la presencia de NabokovTagaki adquiere tintes gigantescos gracias a la atención que le depara otro titán de las letras rusas: Boris Pilniak. Y esta historia es el corazón de libro de Ugrešić dado que, producto de la investigación de Pilniak sobre el autor japonés, publicó en 1926 un pequeño escrito de apenas diez páginas titulado Un cuento sobre cómo se crean los cuentos. Y de aquí, además, el nombre del libro: Zorro.
¿Por qué Zorro? Durante su visita a Kobe un guía condujo a Pilniak hasta el templo del zorro:
El zorro es el dios de la astucia y de la traición (…) El zorro es el dios de los escritores”.
Pilniak redacta estas impresiones tras visitar el templo. Efectivamente, su olfato de fino estilista ha sabido captar muy bien la analogía. El escritor, los escritores, somos como los zorros; siempre astutos y mentirosos, vendiendo nuestras historias, nuestras ficciones, que los lectores engullen creyéndolas a pies juntillas gracias a ese maravilloso pacto ficcional en donde se suspende la incredulidad ante el poderoso influjo de la literatura. Somos el lobo, o el zorro si lo prefieren, que engaña a la Caperucita Roja que es nuestro lector. Si sabemos hacerlo bien, una y otra vez acabara en la casa de la abuelita, que es nuestra narración.
Nabokov durante una de sus búsquedas de mariposas.
Pero a la autora de Zorro le preocupan también esa multitud de ideas, incluso de obras comenzadas y que se trabajan pero se abandonan, todas esas historias que no llegan a cristalizar en el proyecto literario del autor, pero que sin ellas las que obtienen éxito no existirían:
 “Muchas historias en la vida de un escritor  terminan como litopediones, como embriones narrativos”.
Y son, precisamente, estas historias que se quedan varadas en el limbo narrativo las que vienen a demostrarnos una inquietante verdad:
Todos somos notas a pie de página”.
Y lo somos en tanto en cuanto que somos susceptibles de ser, en uno u otro momento, material narrativo que, por las cuestiones que sea, se terminó abandonando. Es decir, somos producto del olvido de alguien por cuya vida hemos pasado de forma nebulosa. Todos llevamos en nuestro interior el personaje protagonista de una gran novela que al final forma parte de un lado del decorado, tal vez disfrazado de árbol. Hay que preguntarse urgentemente algo: ¿Qué nos diferencia de ser personajes literarios?, ¿qué nos hace poseer la conciencia de que somos reales? Eso lo dejaremos para Unamuno.
El filósofo y politólogo (entre otros adjetivos) Isahia Berlin también aparece en Zorro, y lo hace gracias a su peculiar división de los escritores en dos grupos zoológicos: erizos y zorros. Erizos son aquellos que escriben y piensan desde la comodidad de una única idea, y los zorros prefieren reunir diferentes ideas producto de experiencias variadas. ¿Unos son homogéneos y otros heterogéneos? Tal vez. ¿Unos son peores que otros? En absoluto.
Isahia Berlin y su peculiar división de escritores en erizos y zorros.
Porque los erizos saben una sola cosa, pero de importancia capital, y los zorros abarcan una gran variedad, pero quizás no de asuntos tan importantes… Erizos son PlatónLucrecioDantePascalHegelDostoievskiNietzscheIbsen, Proust… El escuadrón de zorros que se muestra incapacitado para el reduccionismo del mundo a una idea exclusiva se nutre de ilustres como HeródotoAristótelesErasmoShakespeareMontaigneMolièreGoethePushkinBalzacJoyce… Y vosotros, escritores que me leéis ahora, ¿Qué sois, erizos o zorros? Daos un tiempo. Yo he contestado que soy zorro a tontas y a locas. Ahora lo pienso dos veces y no lo tengo tan claro. Por cierto, para Dubravka Ugrešić el escritor Boris Pilniak era un zorro.
La taxonomía zoológica continúa en el libro de Ugrešić como una brillante forma de entender la literatura. Peculiar e inteligente es la siguiente división que establece entre los escritores y los estudiosos de la literatura:
La literatura universal puede compararse con una ballena a la que (…) se adhieren los peces llamados limpiadores o rémora. Estos peces rémora se pegan al cuerpo de la ballena y succionan los parásitos de su piel. Utilizan a la ballena como fuente de alimentación, de protección y medio de transporte. Si no existieran los peces rémora, los parásitos  colonizarían el cuerpo del cetáceo y se corrompería. Yo no me hago ilusiones acerca de mi propio talento literario. Soy un pez limpiador de la literatura. Mi misión es ocuparme de la salud de la ballena”.
Pero hay otros parásitos en este enorme cetáceo literario que son mucho más letales y no cumplen con la función sanitaria: las parejas de los escritores. En Zorro se nos habla de una relación casi vampírica:
La más famosa entre nosotros era la viuda de un escritor mundialmente célebre, exiliado, que había muerto hacía mucho tiempo, pero del cual se había empezado a hablar como de un gran escritor hacía relativamente poco”.
La autora analiza el proceso de comercialización del legado y de la memoria de un autor, otra forma de crear una historia, un cuento se podría decir, manejado en manos de otros:
Ese es nuestro tiempo moderno: el tiempo de la supervivencia. La vida se ha convertido en un lujo, y la literatura todavía más”.
Ugrešić analiza esta forma de erigir un mito y pasa a criticar los resortes que alimentan la literatura de hoy en día, esa literatura que es un lujo:
Los escritores hoy ya no molestan al público con lecturas, sino que llevan a cabo una suerte de espectáculo. El público, cuyos estándares receptivos se han educado con la televisión e internet, es literariamente cada vez más analfabeto y busca un entretenimiento rápido e inequívoco”.
Porque hoy en día la profesión de escritor se tambalea ante este tipo de concepciones y mercadeo:
La vida literaria solo es emocionante mientras uno está sentado a la mesa de trabajo, entre cuatro paredes. Todo lo demás produce sensación de fracaso, humano y profesional, si es que se puede llamar profesión a la escritura seria (…) Cuantos menos motivos reales para la fama, más calificada se considera una persona para entrar en la órbita de los famosos. Porque el público es el que establece los criterios, no nosotros”.
Ante ese panorama demoledor no puedo dejar de traer este artículo que ya escribí hace tiempo:
De esta forma hemos accedido a una era de la mediocridad:
la primera y la más importante es la batalla contra la mediocridad (…) La mediocridad es el principio fundamental de cualquier actividad artística. No hay industria que se sostenga solo en la excelencia y al mismo tiempo resulte exitosa”.
Como vemos, el libro Zorro es mucho más que una mera búsqueda de cómo se crean los cuentos, también nos habla de la forma en que se pervierte la literatura y la indefensión de los autores de calidad. La vida se ha reducido a unos tuits, y es ahí en donde el autor debe tomar su decisión más importante: o creemos que la inadaptación y la falta de idoneidad son errores del sistema, o entendemos que el valor literario es cuestión de tener un buen lobby. El objetivo final es contar con el mayor número de simpatizantes posibles.
Dubravka Ugrešić, la autora del magnífico Zorro.
¿Qué significa esto? Es lo que, durante la entrega del Premio literario Amazon, uno de los presentes argumentó como algo definitivo para el éxito de un novelista online, conseguir una adecuada masa crítica de seguidores. ¿Es esto literatura? No, es algo mucho peor. Lo que denomino vida literaria. Esa que corrompe las virtudes del autor y lo convierten en un mamarracho obsesionado por el numero de seguidores y los likes… Algo que exigen muchas editoriales para poder publicar, una pescadilla venenosa que se mordisquea la cola.
Lúcida Dubravka Ugrešić, desde luego, que también reflexiona sobre el papel del escritor en la cadena de producción editorial, y coincide en aquello que tantas veces he mantenido. Para los grandes grupos el autor es lo de menos. Afortunadamente, todavía quedan editoriales (suelen ser las independientes) que entienden el lugar del escritor como un lugar privilegiado, y no como se nos asegura en el libro:
Todos los que viven de la literatura y a costa de ella, y todos los que están cínicamente convencidos de que, en toda esta cadena, el puesto del autor es el más bajo. Tienen razón: en toda esta cadena, el puesto del autor es el más bajo”.
Son palabras que desmoralizan, agrias, vertidas por una autora cansada o desengañada por una realidad en donde:
cada vez es más frecuente la práctica de que los honorarios no lleguen a la cuenta del escritor, y también es más frecuente la posibilidad de que el escritor de clase económica desista porque luchar por un honorario más o menos digno tiene sentido, pero luchar por una propina no lo tiene”.
¿Os suena? A mí sí, desde luego. He atravesado durante años por un desierto con cinco novelas publicadas que jamás rindieron rédito. Unas migajas inaceptables y mentirosas que aparecían en liquidaciones que sistemáticamente me he negado a aceptar. Por eso, hay que decir bien alto que editoriales como la que publica a Dubravka UgrešićImpedimenta, o la que afortunadamente me edita ahora, Ediciones del Subsuelo, consideran al autor como su bien principal y más valioso. Esto es un milagro dentro del panorama editorial depauperado.
Enrique Redel, a la cabeza de Impedimenta, con sus tesoros: los libros que edita.
El concepto que acuña Dubravka Ugrešić de escritor de clase económica no puede ser más acertado. Somos todos los que hemos luchado, y luchamos, por dejar un obra. El escritor top-class se limita a bramar sus estúpidas invectivas desde las columnas de los periódicos, a publicar sus bazofias en grandes grupos y a mirarse al ombligo. Con el paso de los años se diluirán en el anonimato del feroz mercado de novedades, pero Zorro seguirá ocupando su lugar en los anaqueles. Esto es literatura.
Dubravka Ugrešić en Zorro está firmemente apegada a la realidad, a esa realidad literaria en donde muchos editores serían felices si existiera una literatura sin autores. Así todo sería más sencillo, incluso para los lectores de infra literatura. Por eso, que Impedimenta, con Enrique Redel a la cabeza, cuide sus libros, se preocupe por privilegiar a sus traductores, ofrezca un catálogo de calidad (lo que implica un enorme riesgo) y publique textos como este Zorro, nos reconcilia con la idea de que escribir todavía merece la pena.
Estas reflexiones, y otras muchas, se desprenden del magnífico libro de Dubravka Ugrešić: mucho más que una novela o un tratado sobre literatura. Un análisis sobre el arte de escribir en la era de la crisis de las humanidades, bajo el imperio del analfabetismo digital. Una actividad de riesgo que siempre se verá recompensada con libros como este.

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