lunes, 12 de agosto de 2019

La noche se me fue de las manos-Max Ehrsam



*Esta crítica apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/la-noche-se-me-fue-de-las-manos-la-escritura-peligrosa-de-max-ehrsam/

La noche se me fue de las manos: La escritura peligrosa de Max Ehrsam

El escritor mexicano Max Ehrsam ha debutado con La noche se me fue de las manos, publicada por Alfaguara, una novela que me parece muy especial. Desde el primer momento me interesé por este libro, gracias a esas redes sociales que me están permitiendo el contacto con autores panameños, costarricenses, mexicanos, y de otros lugares que jamás habría imaginado. Después, me topé con un texto articulado en tres piezas que me fue emocionando mientras lo leía. Mucho más que la mera historia de una relación amorosa, todo un clásico literario, un tema sobre el que parece difícil que se pueda argumentar algo nuevo y que, sin embargo, Ehrsam lo consigue. De la forma en cómo lo consigue, y de alguna cosa más, os hablaré hoy en este Odradek de los viernes de Achtung!

Me he referido a mi interés por el libro antes de que se presentara, y a la importancia que han tenido las redes sociales a la hora de que, afortunadamente, pudiera conocerlo. Max Ehrsam era una de las muchas amistades virtuales (espero que ahora ya haya abandonado esa categoría), de esas que se tienen en Facebook y que, tras añadirlas y cruzar un breve saludo (si es que llega a producirse), uno se limita a ver las publicaciones esporádicas que van apareciendo en el muro y poco más.
Si se posee un Facebook orientado hacia la actividad profesional, como es en mi caso, lo normal es compartir contactos afines al trabajo, por eso lo tengo repleto de escritores. Así que, en algún momento, por ese efecto dominó de la teoría de los seis grados de separación, apareció en mi página un comentario de Mónica Braun —la editora de la mejicana Nieve de Chamoy, que hace un sensacional trabajo con los autores debutantes y de cuyos libros hemos realizado ya varias críticas en Achtung!—.
Mónica Braun se refería a la novela de Max Ehrsam y anunciaba que sería la encargada de presentarla. Si Mónica Braun elogia una novela yo no tengo la menor duda de que va a ser buena, y como muestra os dejo aquí los enlaces a las críticas que hemos realizado de algunas obras publicadas en el catálogo de Nieve de Chamoy:
Las referencias eran buenísimas, y rápidamente me entró un interés súbito por el libro de Max Ehrsam, publicado, además, por el sello de Alfaguara México, lo que ya es todo un debut sonado. Miré en mi Facebook y, ¡bingo!, mantenía amistad con el autor. Le mandé un mensaje por Messenger y mostró mucho interés en mi petición. Así que gracias a su generosidad y diligencia, en breve pude tener el libro en mis manos.
Cuando empecé a leerlo me di cuenta de que no me había equivocado: Mónica Braun tiene muy buen criterio. La noche se me fue de las manos es una novela que nos narra una relación amorosa entre dos hombres, una historia de amor, ya lo he dicho antes, el clásico literario más universal. Pero, Max Ehrsam sabe cómo presentarla y desarrollarla desde un punto de vista distinto. Esa es una de sus grandes virtudes.
¿Qué posee de especial la primera novela de Max Ehrsam? Como ya afirmé en un reciente video que realicé sobre esta obra en mi cuenta de Instagram, @literatura_instantaneaEhrsam pone en marcha su propia versión de la escritura peligrosa de Tom Spanbauer. Independientemente de que conozca esos métodos o no, coincide con algunos de ellos. Spanbauer, en su famosísimo taller literario impartido en Portland —ya sabéis, con alumnos de la talla de Chuck Palahniuk— acuñó este término de escritura peligrosa, que se afirma sobre una premisa fundamental, según sus propias palabras:
Escribir peligrosamente es ir a ese lugar secreto y oculto en nuestro interior. Hay algo allí triste y doloroso, pero es preciso ir, investigarlo y escribir sobre ello”.
Por eso Ehrsam practica una escritura peligrosa, porque relata desde las entrañas unas páginas cargadas de sinceridad, también de tristeza y dolor, con mano firme, con mucho saber hacer y con una sólida mirada crítica sobre la comunidad gay de San Francisco.
Tom Spanbauer, creador del concepto de escritura peligrosa.
Siguiendo la idea spanbaueriana de que si escribes sobre ti mismo, y a través de ti, podrás escribir sobre todo lo demás, La noche se me fue de las manos funciona como una confesión del protagonista; no en vano, salvo en unos pasajes muy determinados, está escrita en primera persona, y funciona como un vehículo de la desesperanza, circunstancia que suele caracterizar a la mejor literatura.
Lo siento, no he podido resistirme. El autor de esta columna de El Odradek con Chuck Palahniuk, alumno aventajado del taller de Spanbauer.
Además, Ehrsam cumple otra de las premisas técnicas de Spanbauer, lo que se denomina meterse en el cuerpo, táctica consistente en plasmar la historia desde la percepción sensorial del protagonista. Y de esto hay mucho —sobre todo de olores y sabores— en La noche se me fue de las manos. Para Spanbauer una buena narración debe aportar una concatenación de estímulos sensitivos (vista, olfato, oído, gusto y tacto). La novela de Ehrsam está muy apegada a lo físico (y a todo lo físico que, en especial, entra por la vista), también a lo táctil, a lo gustativo y a lo olfativo.
Enmarcada en estas pautas, la historia que nos cuenta el autor es de esas que dejan huella por el rastro de derrota que, inmediatamente, nos obliga reconocernos en ella porque a nosotros también nos ha ocurrido y nos abre, de nuevo, las heridas de una cicatrices quizás no tan cerradas como creíamos.
Esta narración se compone de tres piezas que se ajustan entre ellas. La primera, es la historia del narrador y de Nate, a la que asistimos desde el primer estallido furibundo y vamos contemplando como se apaga, porque los dos hombres son incompatibles, nada podrá, nunca, funcionar entre ellos. Es lo que el propio autor denominó en una entrevista al canal Televisa como:
una historia en presente de indicativo”.
Un término muy acertado, porque el libro arranca con la historia amorosa en la explosión inicial conducida por el deseo sexual, que a medida que avanza se va corrompiendo por las interferencias del pasado. Aunque la pareja quiera vivir en el presente de indicativo, en el aquí y en el ahora, al dilatarse la relación en el tiempo, el pasado acabará irrumpiendo con sus cargas, sus culpas, sus porquerías, para arruinar cualquier presente de indicativo y convertirlo en un pasado retorcido, diríase que en un pretérito pluscuamperfecto o, todavía mucho más odiado, en un pretérito imperfecto de subjuntivo; ese sí que hace daño.
Estas alusiones verbales no son una cuestión para despacharla a la ligera. El protagonista de la narración es editor de libros para la enseñanza del español, y se nos muestra la evolución de la relación amorosa mediante el avance de los figurantes que aparecen hablando en esos manuales didácticos. Al principio, solo pueden expresarse en presente de indicativo, y al final, las lecciones nos los muestran verbalizando ideas de pasado y de futuro. Este original aspecto lingüístico, derivado de la actividad laboral del protagonista, es la segunda pieza narrativa.
Max Ehrsam , el autor de La noche se me fue de las manos.
Una segunda pieza de la novela que se adhiere al costado de la historia amorosa. El protagonista y Nate—un Nathaniel que nada tiene que ver con el puritanismo del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne— son en principio como esos personajes de los libros de español, incapaces de expresarse y moverse en otro tiempo que no sea el del presente indicativo, y tampoco parece que eso les moleste mucho cuando arrancan una relación movida por la mutua satisfacción. El protagonista así lo entiende al afirmar en el arranque de la historia:
Vivimos en un mundo sin consecuencias”.
Los figurantes de los manuales son descerebrados que hablan del aquí y del ahora, y la pareja protagonista de Max Ehrsam disfruta de un vehemente tiempo presente en donde el sexo, las drogas y el amor, anulan por completo el pasado y el futuro.
Si embargo, como les ocurre a los del manual, poco a poco irá apareciendo en la relación una angustia por el futuro preocupante, y sufrirán una invasión del pasado aniquilador. La relación que se nos presenta es, así, una historia lingüística, en donde la felicidad se mantiene mientras pueda preservarse alejada de otros tiempos verbales.
El futuro empieza a destruir a los dos hombres en el momento mismo en el que comienzan a elaborar planes para la convivencia: aparte de que hay que buscar una casa nueva, Nate se muda de Chicago a San Francisco para estar con el protagonista, y eso ocasionará que pierda el trabajo de consejero psicológico para una ONG —una movilización algo radical, de un extremo a otro de los Estados Unidos—.
De manera que el gesto romántico ha puesto en peligro el futuro. Nate necesita trabajar, pero sobre todo lo que necesita es dinero. La relación amorosa que explotó en un Starbucks de Chicago en donde el protagonista se topó accidentalmente con Nate mientras estaba de visita en la ciudad, y que se concretó con una nueva coincidencia en una discoteca por la noche, se verá amenazada por esos fantasmas del futuro —no te asustes del futro, ese monstruo no vendrá, cantaban Nacha Pop en su tema Nadie puede parar—.
Pero ese monstruo, el futuro, empieza a aterrar a la pareja que, de inmediato, evoluciona como los figurantes del libro de español, y comienza a hablar también del pasado que los interfiere. El pasado ha llegado de la mano del futuro: Nate no tiene trabajo, así que hace algo que antes le proporcionaba un dinero extra en Chicago, se prostituye. El Leviatán de los tiempos verbales se aproxima con las dentelladas de sus fauces para reducir la relación a papilla.
Los huevos que deposita ese Leviatán del pasado son tóxicos: las relaciones familiares tortuosas de ambos irrumpen en sus vidas, así como la corte amigos que vampiriza a los dos hombres. Los amigos y la familia representan lo peor del pasado, los trapos sucios, las humillaciones, las vergüenzas, los errores, todo aquello que siempre deseamos enterrar bien hondo. Eso que necesitamos que la otra persona nunca sepa, conozca, que ni tan siquiera lo imagine. En esa línea se expresa el protagonista:
Todos mis recuerdos terminan invariablemente por avergonzarme”.
Con la enorme carga del pasado y el terrible futuro, que conduce a un cierre desolador de la novela, la relación que comenzó disfrutando del presente de indicativo se ha ido desmoronando a medida que transcurrían las páginas, y nadie, ni autor, narrador, ni protagonista, ni Nate, ni los amigos, ni siquiera el lector, pese a presentir la desgracia, pueden hacer nada por evitarlo. La noche se me fue de las manos alcanza un puerto abierto tras los dos años de relación de la pareja, porque no concluye de una forma determinante, y se intuyen demasiados naufragios de los protagonistas en el inmediato futuro.
Y eso que Nate siempre había sostenido la relación en el principio de la causalidad, y también en el de la casualidad: que ambos estaban destinados a conocerse y a permanecer juntos de forma inevitable. Incluso insiste en que:
Tú y yo hemos coincidido en otras vidas”.
Y más adelante se reafirma:
Ojalá pudiera explicarte lo que siento por ti (…) Hemos estado juntos en otras vidas; nos toca de nuevo estar juntos en esta. Te busqué durante años. Claro, si vivimos en distintos países durante tanto tiempo, cómo íbamos a encontrarnos. Quién hubiera pensado que iría a dar contigo en un Starbucks (…) Ahora dime, ¿cómo le hago para convencerte? ¿Qué puedo hacer? Dime”.
El protagonista, ante este tipo de explicaciones de su amante, afirma:
Nunca nadie se había sentido vinculado a mí por la inevitabilidad”.
El protagonista no puede convencerse de la contingencia, afortunadamente, porque en estos instantes podría llegar a parecer que la novela va a derivar a hacia ese género tan paulausteriano que es la novela de la contingencia, pero el autor sabe refrenarse y, gracias al escepticismo de su personaje, más apegado a lo real, puede conducir la situación por los laberintos verbales del pasado y del futuro, que resultan mucho más nutritivos e interesantes que la sarta de casualidades encontradas a la vuelta de la esquina (aunque esas casualidades disparatadas te puedan significar un Príncipe de Asturias de las Letras).
El autor en una foto promocional de la novela.
Y nos falta la tercera pieza de la novela, que aparece de vez en cuando, narrada en tercera persona, y que actúa como una especie de vacuna de realidad y desesperanza, una carga de amargura que todo lo convierte en tristeza. Me refiero a las apariciones de breves cuadros que presentan a muchachos y muchachas en diferentes situaciones de humillación, discriminación, sufriendo vejaciones, insultos, maltratos, segregadas por una vida que es demasiado cruel para acostumbrarse a ella.
Entre la historia del protagonista y Nate, se abre paso de forma atronadora el breve relato de Rodrigo, un muchacho que se identifica con el rol femenino de sus hermanas, hasta en el deseo de hacer ballet. El padre, viril, jamás lo permitirá: primera anatomía destrozada en apenas una página, que roza la historia de refilón dejándonos la perspectiva del futuro frustrado de Rodrigo, ese que han reprimido entre todos porque creen que eso significará lo mejor para él.
Bastantes páginas más allá aparece una niña negra, Zoe, que será segregada por su raza entre los compañeros del colegio nuevo, que la reciben como a un bicho raro. Además, los profesores la discriminan, y termina sola y aislada. Y después, aparecerá la historia de Ana, una alumna con un tic en el ojo izquierdo que, por causa del acoso y la ansiedad, se le dispara de forma incontrolable. Sus compañeros se reirán de ella y Ana, en un ejercicio de superación y aparente normalidad, se reirá con ellos. Pero con el paso de los años nadie permanecerá a su lado. Ya no resultará graciosa, y el tic ahora, de grandes dimensiones, le deformará media cara.
Alfredo es un matón de patio de colegio, violento y caprichoso, encastillado en su condición de repetidor de curso que lo ha convertido en el mayor de la case y, por ello, en el amo y señor. Pero eso no fue así en el curso anterior, donde se vio discriminado por su tono de piel moreno, demasiado hispano supongo, cuando nadie acudió a su fiesta de cumpleaños a pesar de haber invitado a todo el mundo. Así que, ahora, le toca pasar factura, aunque eso continuará haciéndolo impopular y solitario.
Y luego, por último, tenemos a Eva: a Eva le vendrá la regla en la clase de Ciencias Naturales, y desde ese momento los chicos la tildarán de puta, y las chicas, lejos de defenderla, alentarán esa idea. Tanto, que la propia Eva acabará por sucumbir a la presión y creérselo también. Su sexualidad desbordada será sobada por los hombres, sometida a la procacidad, y quedará embarazada a los 14 años.
Todos estos niños han conformado la tercera pieza narrativa de la novela. Han cruzado por el libro con sus historias terribles de humillación, segregación, bullying, racismo, inadaptación y crueldad, en principio ajenas a la historia principal (¿son ajenas realmente?), dejando la tierra literaria quemada, el sentimiento de los lectores acongojado, conectando con la indefensión de los personajes. Con estas ráfagas, el autor ha buscado la oscuridad de los pasados, de nuestros pasados, de cómo siempre se almacenan en algún lugar para después inundar de asco todo el futuro.
En esos niños frustrados, especialmente incomprendidos, incomprendidos por encima de todo, radica el germen de la novela y su tesis primordial: quienes soportaron (o soportamos un pasado así) solo podemos disfrutar del fogonazo del presente si viene anestesiado. En cuanto miramos al futuro, la vida se nos desmorona como un castillo de naipes, o la noche termina, irremediablemente, por írsenos de las manos con todas sus consecuencias.

Margo Rejmer-Bucarest. Polvo y sangre


*Esta crítica apareció en achtungmag.com:
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Margo Rejmer: visión de Bucarest entre el polvo y la sangre de la historia

La escritora y periodista polaca Margo Rejmer ha escrito en Bucarest. Polvo y sangre, publicado por La Caja Books, un libro extraordinario para comprender la verdadera naturaleza de esa ciudad y de sus habitantes. Siguiendo la línea del maestro Kapuściński, y también la de la Premio Nobel Svetlana Aléksievich, en el libro se otorga la palabra a los personajes que vivieron las tres fases más recientes de la ciudad: la ominosa época de Ceaușescu, los momentos peligrosos del cambio, y la desesperanzadora etapa actual. Algunos capítulos, como el dedicado a la Casa del Pueblo, el de los perros callejeros, o los que dan noticia de la extraña Revolución que terminó con el fusilamiento del matrimonio de tiranos, resultan impresionantes merced a la forma en que están escritos: con apego al suceso histórico, sin desdeñar el lirismo, escuchando las voces de quienes importan. Por todo ello, hoy, en este Odradek de los viernes de Achtung!, hablamos de la Bucarest de Margo Rejmer.

Y lo primero que me viene a la cabeza a la hora de hablar de Bucarest es mi estancia en esa ciudad, hace ya mucho tiempo: allá por noviembre y diciembre de 1991. Llegué en un ferrocarril-tortuga que tardó más de un día en unir Sofía con la capital rumana. Era de madrugada y mi compañero de compartimento, un estudiante de canto, se asustó mucho ante mi inconsciencia turística. Me insistió en que la ciudad era muy peligrosa.
Los problemas de entonces, esos que acechaban en la mente del cantante de ópera, y que me podían afectar, eran la alta posibilidad de sufrir un robo, y una violenta manifestación de mineros que amenazaba con sembrar el caos en la ciudad. Además, la estación, aquella Bucuresti Nord de enigmáticos nombres anunciados en sus paneles, trenes a Constanza o Baia Mare, no era segura para un descerebrado como yo.
Margo Rejmer, autora de Bucarest. Polvo y sangre.
El muchacho hizo gala de la amabilidad rumana y me acompañó hasta que me registré en un hotel. Al día siguiente me mudé a una habitación en una casa particular administrada por el servicio estatal, pero eso ya forma parte de otra historia que no tiene cabida aquí.
Con este recuerdo bucarestino, que puedo unir al de las Navidades de 1989 en una pensión londinense, aún retengo el nombre, Royal Court Lodge, y su montaña de tostadas para desayunar mientras veíamos las imágenes de la BBC en donde iban dando noticia de la Revolución que se había desencadenado en Bucarest, hasta que el día 26 de diciembre, el mítico Boxing Day británico, se me atragantó el bacón y hasta el zumo de naranja con las imágenes del fusilamiento de la pareja de sátrapas comunistas: Nicolae Ceaușescu y su esposa Elena Petreșcu —viceprimera ministra, doctora en química y, al parecer, casi analfabeta— eran ajusticiados sin miramientos.
Instantánea de la ejecución del matrimonio Ceaușescu.
Mi paseo por las desiertas calles londinenses ahogadas en el día festivo estuvo acorde con la desolación que me había producido, mejor dicho, nos había producido a los millones de europeos, el desenlace de aquella locura a la rumana. Pero si un país era capaz de doctorar en química a una analfabeta, mediante coerción, amenazas, corrupción, purgas, despidos y favores… entonces podía ser capaz de cualquier cosa al sumirse en un caos revolucionario, tal y como Margo Rejmer nos parece advertir en un capítulo de su libro acerca de la insostenible e insoportable arquitectura bucarestina: Algo oriental, algo demencial.
Mucho de eso hay en esta historia que, siguiendo el acierto con los títulos, la escritora polaca ha bautizado como Polvo y sangre. El polvo y la sangre del fusilamiento del Conducător, el polvo de una ciudad herrumbrosa y medio en ruinas, y la sangre de todo un pueblo sometido al comunismo, a la Revolución y a lo peor de la economía de mercado salvaje y desencadenada: mafias, drogas, prostitución, asesinatos, crímenes, corrupción…

El ciudadano rumano, actualmente, se encuentra indefenso ante el rugido de la historia, una historia que durante el siglo XX y esta parte del XXI ha sido como un drama en tres actos.
El primer acto se corresponde con aquella Rumanía comunista de Gheorghe Gheorghiu-Dej, porque, en efecto, antes de Nicolae Ceaușescu ya estaba otro desgraciado amargándole la vida a la gente desde su condición de Secretario General del Partido Comunista Rumano Presidente de la República, cargos a los que accedió Ceaușescu después de que la cirrosis se llevará por delante a su antecesor.
Gheorghe Gheorghiu-Dej.
De esa época comunista, de la era Ceaușescu, encontramos testimonios en el libro de Margo Rejmer que resultan casi increíbles si no supiéramos que en aquel desastre de país demencial todo era posible. Y todavía todo sigue siendo posible.
Portada del periódico El País en donde anuncia el final del Conducător  y su esposa.
Algunos de los disparates que se mencionan en el libro pueden ser tomados como meras ideas infantiles, como la de intentar enhebrar al régimen del Conducător la herencia de Trajano y DecebalTrajano, el emperador romano de origen hispano, como conquistador de los dacios —es decir, de los antiguos rumanos— y fundador de la Rumanía romana, y Decebal, el áspero rey de la tribu, prodigio militar y estratega, que prefirió el suicidio antes de caer en las manos romanas.
Decebal.
Un ejemplo de que todo es posible en Rumanía se encuentra en este doble binomio de búsqueda de una identidad, el conquistador que da gloria y el conquistado que, con su valor, genera la estirpe de sangre valiente. Tanto, que cerca de la ciudad de la localidad de Orșova, en una orilla rocosa del Danubio, se ha erigido la estatua de piedra más alta de Europa, 40 metros: dicen que es Decebal, pero si nos fijamos bien allí vemos al gran Jabba The Hut, el personaje de la Guerra de las Galaxias.


Disparates inocuos aparte, que pueden ser más o menos pintorescos o graciosos, otros asuntos que nos narra Margo Rejmer en el libro no tienen ni pizca de gracia, como la alianza del general Ion Antonescucon Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y los 250 mil judíos deportados a Campos de exterminio, o el pacto posterior con Stalin, que hizo lo que le vino en gana con el país y con sus minorías.
Un par de sellos conmemorativos de Ceaușescu:


Sobre estos asuntos conviene recordar algunos textos del escritor rumano Norman Manea, exiliado en Estados Unidos y que entre sus temas trata el Holocausto, los movimientos migratorios caprichosos llevados a cabo por el estalinismo y la vida cotidiana y terrorífica durante el régimen comunista en Rumanía.
Norman Manea.
Destacan, entre su numerosa obra, El sobre negroEl regreso del húligan (una excepcional autoficción biográfica), los relatos de Felicidad obligatoria (título basado en la obligación que imponía el régimen comunista, todo el mundo debía sonreír porque Rumanía era el paraíso de la felicidad), El té de ProustLa guarida y un ensayo sobre los dictadores de elocuente título: Payasos, todos ellos editados por Tusquets.




Y ya que hablamos de Bucarest, y aprovechamos que el Dâmbovița pasa por la ciudad, no puedo dejar de recomendar La gran trilogía de Gregor Von Rezzori, compuesta por Un armiño en ChernopolMemorias de un antisemita y Flores en la nieve, libros en los que el autor nacido Czernovitz, en la Bukovina, nos muestra cómo era la Rumanía que formaba parte del Imperio Austrohúngaro y el Bucarest de esos años, especialmente en Memorias de un antisemita, la mejor de las tres novelas (editadas en un solo volumen publicado por Anagrama).

En los últimos años, el mayor culpable de aproximarnos literariamente a Bucarest ha sido el prodigioso Mircea Cărtărescu. A continuación os dejo un par de enlaces a críticas y análisis que he realizado en Achtung! de sus libros, para que complementéis la imagen de la ciudad que ofrece Margo Rejmer con la del escritor:
Y ya que hablamos de literatura rumana, esta panorámica:
Tampoco fue un acto nada inocente (ahora que ya nos hemos puesto al día sobre literatura rumana prosigo con el libro de Margo Rejmer), enviar como trabajadores forzosos a la construcción del canal Danubio-Mar Negro a todos los opositores del régimen, ya fueran intelectuales o campesinos, políticos o ciudadanos de a pie. En esto de la construcción de canales como sistema de reeducación, el comunismo ha tenido uno de sus puntos fuertes, como por ejemplo el Mar Banco-Báltico de Stalin, devorador de indeseables. Las víctimas del canal de Ceaușescu, a día de hoy, siguen siendo un misterio.
Dos imágenes de La Casa del Pueblo:


El sistema comunista rumano fue una inmensa trituradora. Una de las numerosas testigos a las que entrevista la autora declara:
Todos estábamos igual de indefensos ante el sistema”.
Esta era la idea política del Conducător, un país en el que, mediante la colectivización forzosa, es decir, el robo de sus pertenencias, ganado y cosechas a los agricultores, perseguía un objetivo:
que todo el mundo tenga lo mismo, una misma nada”.
Y una vez controlado todo el sistema, los resortes del Estado totalitario podían centrarse en su verdadero cometido, aniquilar cualquier voluntad de la población. En la ciudad de Pitești, a unos 120 kilómetros de Bucarest, y conocida por su excelente aguardiente de ciruela, se albergaba uno de los peores centros de detención del comunismo de Ceaușescu. Un superviviente de la cárcel de Pitești declara en el libro:
Creo que los métodos empleados en Pitești no existen siquiera en el infierno. Ni siquiera allí. Hay cosas que la mente humana es capaz de imaginar”.
Obviamente, este periodo ha dejado una huella profunda en los rumanos, que sin embargo prefieren olvidar, incluso soslayar. Sobre este curioso aspecto del comportamiento rumano, encontramos estas declaraciones en el texto:
Todos los rumanos somos fatalistas. La historia nos ha enseñado a sufrir. Nos ha preparado a la eventualidad de perderlo todo. Y aparte de esto, nos dividimos en idealistas y pesimistas. Los idealistas saben cómo debería ser Rumanía, pero al confrontar su visión con la realidad, viven amargados. Los pesimistas, por su parte, ni siquiera están amargados, sencillamente no alberga esperanza alguna”.
Como ya he comentado en la entradilla, uno de los capítulos más impactantes es el dedicado a la construcción de La Casa del Pueblo, titulado El panteón del dios rumano. Lo primero que hace la autora es definir la monstruosa construcción como:
un edificio con los atributos de un agujero negro”.
En efecto, porque Ceaușescu destruyó más de 7.000 casas de la parte alta de la ciudad, la más antigua e histórica, además de doce iglesias, dos sinagogas y tres monasterios. Se baraja que durante la construcción de la mole (el edificio administrativo más grande del mundo junto con el Pentágono) murieron cerca de diez mil trabajadores, aunque las cifras nunca han podido ser comprobadas. No es de extrañar, por tanto, que se afirme que el edificio de La Casa del Pueblo:
está levantado contra el ser humano”.
Por supuesto que hay quien se pregunta cómo los rumanos no se rebelaron antes contra su Amado Líder. En el libro encontramos una afirmación determinante:
Si tenía yo en mi piso seis grados de temperatura, ¿cree usted que iba a pensar en cómo rebelarme contra Ceaușescu o en como calentar el cuarto de baño para que mi hija no cogiera cistitis cuando iba a hacer pis?”.
Otro aspecto demencial lo encontramos en el capítulo dedicado al Decreto 770 que el primero de octubre de 1966 emitió Ceaușescu sobre la interrupción legal del embarazo. Obsesionado con un boom de la natalidad que llevara al país a los 25 millones de rumanos en el año 2000, el aborto pasa a ser reprimido con furia. Los abortos clandestinos se sucedieron, los nacimientos de hijos no deseados también, se incrementaron los huérfanos y las condiciones atroces en los orfanatos, los preservativos debieron comprarse de contrabando, y así nació toda una generación desdichada, la de los hijos del decreto.
Dos carteles de los Ceaușescu caracterizados como padre y madre del pueblo rumano:


Los abortos se realizaban en casa, muchas veces las mujeres se hacían ellas mismas los raspados; se usaban agujas de punto, se trasladaban grandes pesos para obligar a la muerte de los fetos, pero, aun así, cerca de tres millones de rumanos en el exilio, actualmente, son hijos del decreto, o hijos de aquellos hijos. Y en Rumanía, en el año 2000, eran 21 millones y medio de personas. El delirio del Líder generó un desastre: al caer el régimen y derogarse el Decreto, por cada 220 mil nacimientos se practicaron 127 mil abortos.
Tumba de los tiranos.
El segundo acto histórico bucarestino que nos trae la periodista polaca fue la Revolución que terminó con Ceaușescu. La autora se aproxima a ella de una forma dramática y teatral, dando a entender que los sucesos acecidos tuvieron mucho de extraños y sospechosos, un sinsentido más en la historia de los rumanos.

El poderoso matrimonio cuando aun vivía tiempos felices.
En cualquier caso, y tras leer estas páginas fascinantes sobre la caída del Régimen en donde:
los rumanos tienen la sensación de haber sido meras marionetas, de que una mano extraña manejaba los hilos”,
nos encontramos con una nueva Rumanía fundada en el caos y en la mentira, en donde las personas del entorno de Ceaușescu han sabido hacerse con el poder, y se aprovechan del afán de olvidar de los rumanos.

Incluso la revista Time le dedicó a Ceaușescu una de sus pestigiosas portadas.

Así es este apasionante libro sobre la esencia de Bucarest, también sobre la esencia rumana moderna, de la que se trata en la tercera parte: la ciudad bajo el capitalismo más cruel e inhumano. Las jaurías de perros abandonados siembran el pánico en la ciudad, los mordidos, incluso devorados, y los afectados por la rabia se suceden en cifras increíbles de decenas de miles junto a la miseria, las ruinas, la pobreza, que convive con el ritmo de cada día. Como asegura la autora del libro:
Bucarest asume los pecados de toda Rumanía para que el resto del país siga siendo hermoso”.
Margo Rejmer ha escrito un libro fabuloso, ha erigido una Bucarest entre el polvo y la sangre de sus habitantes, que se han acostumbrado a vivir inmersos en esa circunstancia. La autora ha escrito también un libro del mismo estilo sobre Tirana, titulado Barro más dulce que la miel. Voces de la Albania comunista. En la solapa del libro, la editorial de La Caja Books anuncia que lo publicarán pronto. AlbaniaMargo Rejmer y Tirana: volverá a ser otra cita literaria, como la de este Bucarest, imprescindible y fascinante. Y nos ayudará a comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos y el mundo del que venimos.

Mosko-Strom-Rosa Arciniega




Esta crítica apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/la-recuperacion-de-rosa-arciniega-mosko-strom-y-la-distopia-sentimental/

La recuperación de Rosa Arciniega: Mosko-Strom y la distopía sentimental

Ya nos conocéis muy bien, en Achtung!, somos muy de utopías y distopías, sobre todo de distopías. Por eso, en cuanto nos enteramos de la aparición de Mosko-Strom, la novela de la peruana Rosa Arciniega, de curioso título y subtítulo contundente, El torbellino de las grandes metrópolis, no pudimos evitar solicitarla a la editorial Renacimiento —grande entre las grandes en poesía— y que ha recuperado a una autora de relumbrón en su sello de narrativa, Espuela de Plata. La lectura no ha podido ser más gratificante. Por eso, por la importancia del rescate de una autora sorprendente, por la excelente edición, y por lo interesante de la novela, hoy la abordaremos en este Odradek de los viernes.

Muchas cosas aparentemente extrañas rodean a esta publicación. La personalidad arrebatadora y poderosamente intelectual de su autora, increíblemente ignorada en la actualidad, o el curioso título de la novela. Empezaré por hablaros de Rosa Arciniega porque una cosa nos llevará hasta la otra. ¿Y cuál es la otra? Una novela magnífica y con ciertas cualidades propias que la distinguen del resto de la factoría distópica.
Rosa Arciniega: dandismo, modernismo, vanguardismo e inteligencia:
Vaya por delante que la edición de Espuela de Plata/Renacimiento se inicia con un completo e ilustrativo prólogo de Inmaculada Lergo, a cargo también del cuidado de la edición. Lo que se afirma en ese prólogo se me antoja la mejor de las maneras de conocer a la escritora Rosa Arciniega, bajo el prisma de la reivindicación y de la necesaria y justa recuperación de un personaje capital para la historia de las letras y la literatura de la primera mitad del siglo XX y, en concreto, de gran parte de los años treinta.
Inmaculada Lergo, a cargo de quien corre la responsabilidad de la edición y recuperación de la obra de Arciniega.
Dicho esto, hallamos en la semblanza que pone en pie Inmaculada Lergo la importancia de la escritora peruana, de una presencia capital en las letras españolas del primer tercio del siglo XX. Rosa Arciniegafue periodista —colaboró por entonces en numerosas cabeceras de prestigio—, novelista de éxito, autora radiofónica, cuentista, propietaria de una creación literaria sobresaliente que, en parte, llevó a cabo durante sus años de estancia en Madrid —puede ser que arribara a la capital en 1928—, y concretamente desde 1930 hasta ese funesto año de 1936.
No duda la editora en calificar a Rosa Arciniega como una “mujer moderna”, afiliada al Partido Socialista, admirada por Ramón J. Sender, elogiada por los autores españoles masculinos y contemporáneos, tanto, que llegaría a formar parte de la tertulia de Ortega y Gasset.
Durante esa estancia en España alumbrará cuatro novelas y un libro de relatos. Su estilo personal rompedor, vestida a lo garçon, con una gran elegancia, de traje y corbata, destilando una personalidad poderosa y solidaria que se correspondía con la calidad de su pluma, junto al compromiso político de izquierdas, le granjeará un carisma que la llevará a codearse con los más importantes intelectuales de la época. Sólo el estallido de la Guerra Civil española, su retorno a Perú, y el régimen que se estableció en España tras la batalla, fueron capaces de borrarla, de momento, de la historia de la literatura.
Rosa Arciniega con su peculiar estilo.
En Perú, en toda LatinoaméricaRosa Arciniega sí que continuó siendo importante: además de columnista en diferentes diarios, incluso norteamericanos, llegó a ser agregada cultural de su país en la embajada de Argentina.
Ya era hora de rescatar para el universo literario ibérico a esta autora. En el prólogo de Mosko-Strom se citan muchas influencias y posibilidades, pero quiero añadir algunos aspectos que me he encontrado en la lectura de la novela, y que me han llamado la atención.
No quiero restarle un ápice de importancia a Mosko-Strom ni a su autora, pero dado que vamos a hablar de distopías, tal vez sería interesante compartiros algunos de los artículos que sobre el tema hemos escrito en Achtung!, y en concreto la crítica del libro, de una importancia capital para el asunto, de Francisco Martorell CamposSoñar de otro modo: Cómo perdimos la utopía y de qué forma recuperarla, editado por La Caja Books:
Y luego, algún que otro texto en el que también hemos hablado de distopías:
En primer lugar, Arciniega es hija del modernismo, uno de los movimientos literarios más importantes del cambio de siglo y que nació como una respuesta a la crisis intelectual y espiritual del momento. El modernismo reúne muchas de las características narrativas, pero también personales, de la escritora.
Otras dos imágenes de Rosa Arciniega en la prensa de la época:


El movimiento, que oficialmente arrancó en 1888 con la publicación del poemario Azul…, de Rubén Darío, abogó por la rebelión contestaría desde el punto de vista estético: el uso de un lenguaje depurado, un clasismo elitista salpicado de culturalismo, el sincretismo religioso, la preocupación por la angustia que provocaba en el hombre la ciudad moderna —cuyo mejor ejemplo es la novela De Sobremesa, del colombiano José Asunción Silva—, el intento de hacer de la vida toda una obra de arte…, el dandismo oscarwildiano que también practicaba Rosa Arciniega.
El movimiento cuajó, especialmente, en Hispanoamérica, y con mayor profundidad, en Perú, preñado de un profundo simbolismo. Entre los autores peruanos más importantes del periodo cabría destacar a José Santos Chocano y José María Eguren, entre otros.
La influencia de este modernismo está patente en la obra de Arciniega, pero no solo en lo tocante a lo que pudiera filtrarse de los autores peruanos: encontramos rastros poderosos del argentino Lugones en lo referente a las concepciones fantásticas de los avances de la técnica, al estilo de sus cuentos Las fuerzas extrañas, por ejemplo.
La revolución modernista derivó en las vanguardias literarias, y de entre todas ellas, el expresionismo(es imposible no asociar la imagen y ambientación que se nos ofrece de Cosmópolis a la Metrópolis de Fritz Lang), el fauvismo (en el tratamiento de las luces, del color y las sombras que permanentemente aparecen en el libro) y, por supuesto, el futurismo de Marinetti, en cuyo manifiesto fundacional de 1909 asegura que:
Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras, con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil que ruge, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”.
Pues bien, uno de los principales personajes protagonistas de la novela es Max Walker, un ingeniero que dirige con mano militar la producción en cadena del mayor imperio automovilístico, en unas fábricas de Cosmópolis que producen coches de una belleza comparable a las obras de arte. El anterior fragmento futurista no puede describir mejor el statu quo que se vive en la ciudad literaria justo ya al inicio de la novela.
En este sentido, dos vanguardias más se pueden encontrar en Mosko-Stromestridentismo y maquinismo. El primero, de raíz mexicana, se ancla con fuerza en el cosmopolitismo, la modernización urbana, con profusión de máquinas, automóviles, fábricas, legiones de obreros en marcha, nuevas arquitecturas y una gran presencia del teléfono, con particular atención a su cableado. Esta configuración daría lugar a Estridentópolis que, incluso en el detalle de los cables de teléfono, recuerda mucho a la Cosmópolis de Arciniega.
El segundo, en su variante artística, es el maquinismo. El ser humano rendido al culto de la máquina, a quién no solo le hace la vida más sencilla, sino que representa la perfección. Juntando todas estas influencias, en 1933, aparece Mosko-Strom, producto de una síntesis inteligentísima de la autora, que cristaliza en una ciudad de alienante maquinismofuturismo y expresionismo, para conformar un caldo de cultivo que resultará letal para sus personajes y habitantes, y narrado, todo ello, además, con lirismo, sustentado en símiles y comparaciones originales y poéticas, junto al profundo análisis psicológico de estos enfermos de cosmopolitismo.
Mosko-Strom: un título acertadísimo:
Rosa Arciniega utiliza un recurso interesante y bastante habitual en la novela distópica, que es el de la caracterización del personaje por su nombre y apellido. Puede ocurrir de dos formas: o bien el apellido reproduce la forma de ser y el comportamiento del personaje, como si llevara en su nombre oculto un código de ADN que incluso anuncia el final que pueda llegar a tener, o al revés, para reflejar la profunda deshumanización, el nombre del personaje entre en garrafal conflicto con su forma de ser y hacer, incluso con su aspecto físico.
En Nosotros, la novela distópica del ruso Zamiáitin, el lenguaje del Estado totalitario conduce a la deshumanización y al sometimiento, tal y como analiza Sergio Hernández-Ranera en el prólogo a la edición de Akal:
El Estado Único presume de haber hallado la perfección a través de las matemáticas (…) Los nombres-números de los protagonistas obedecen a una lógica sencilla atendiendo al sexo: los números de los hombres siempre empiezan por una letra consonante y acaban en número impar, y los de las mujeres comienzan por vocales y finalizan en cifras pares. Las letras siempre aluden a las características físicas de cada personaje: I-330 es alta, esbelta y con ideas imaginativas; O-90 es rechoncha y un poco simplona; el intrigante S-4711 tiene el cuerpo doblemente curvado… En la novela original, estos personajes figuran así, con letras del alfabeto latino. Sin embargo, D-503 y YU figuran con caracteres cirílicos: Д-503 y Ю. Д supuestamente se asemeja a un bajel (con lo que se haría alusión a la nave “Integral”) y Ю, a un pez (con lo que así se indicaría su aspecto de pez)”.
Rosa Arciniega utiliza esta táctica, unas veces para mostrar la incongruencia y, tal vez, el futuro del personaje, y otras para caracterizarlo de forma contundente. Así, el ingeniero automovilístico es Max Walker, todo un caminante que no hará otra cosa que fabricar coches, que viajar en coches y que, tras descifrar el funcionamiento de un nuevo carburador, dará un vuelco a la industria convirtiéndose en el amo y señor de las fábricas de automoción.
Pero ese Walker encierra un posible futuro de redención, como el Skywalker de las estrellas, en uno de los tour de force del libro, el combate entablado entre la utopía maquinista o la utopía de la Naturaleza; entre ambas se debatirá este caminante tan especial.
Otro personaje importante es el médico Jackie Okfurt, en cuyo Ok encierra toda una actitud ante la vida de Cosmópolis: la rebeldía. Otro ejemplo aparece en uno de los compañeros de Universidad de ambos personajes, Howard Littlefield, que con ese apellido es, por el contrario, obeso y dueño de un enorme banco.
De manera que el título no podía ser menos en este asunto de la caracterización, y caracteriza a la perfección la tesis de la novela —porque Mosko-Strom es una novela de tesis, además de distópica… ¿o tal vez toda distopía es una novela de tesis?—.
Nos encontramos ante una población que vive alienada en el seno de Cosmópolis, absorbida por los tentáculos del maquinismo, de la modernidad, de la sobre producción, de los anuncios de neón, de los intentos por llevar una vida de bienestar en un sistema que solo reconoce el binomio demanda-satisfacción, en donde el consumismo y el egoísmo han terminado por arrastrar las almas de los hombres al fondo de un remolino, un vórtice infernal, que los devora sin remisión.
Ubicación geográfica del fenómeno del Maelstrom.
Mosko-Strom es una manera de nombrar el Maelstrom, gran remolino de 18 kilómetros, al estilo de los homéricos Escila y Caribdis, que se encuentra cerca de las noruegas islas Lofoten y es producto de una colisión de grandes corrientes. Antiguamente, se creía que este remolino lo provocaba un gigantesco pulpo o kraken que habitaba en las profundidades y, como Escila, sorbía el agua y luego la expulsaba, arrastrando a los barcos y marineros a la muerte.
Fotografía aérea del remolino.
Esta poderosa imagen, con retrogustos de la literatura clásica, le sirve a Rosa Arciniega para poner en marcha su tesis: hombres entregados a las máquinas, agarrados por los tentáculos de la ciudad-kraken, que los aproxima a su vórtice letal y les absorbe el alma. El vórtice los convierte en autómatas descerebrados, maniquíes solitarios, sin capacidad de sentir, con la moral extraviada, hundidos en la sola idea del placer y la acumulación de bienes de consumo que luego, además, tampoco pueden disfrutar.
Escila y la ubicación en donde se creía que se encontraba el remolino mitológico:


Una distopía sentimental:
No quiero terminar esta breve aproximación a una obra tan importante sin señalar la que para mi gusto es su gran cualidad y acierto. En la mayoría de las novelas de género distópico un Estado totalitario y opresivo, producto de la deriva de la idea utópica, su aplicación y corrupción final en distópica, se encarga de oprimir a los ciudadanos. De entre ellos, siempre hay quienes, con no mucho éxito generalmente, tratan de oponerse al sistema mediante revoluciones, luchando en contra el pensamiento único, buscando reconducir la distopía en una nueva utopía con la regeneración del propio sistema que necesitan derrocar.
Si bien es cierto que en Mosko-Strom no hay sistema totalitario, tal vez podemos comprender el hiper capitalismo como un sistema de libertad —algo que es bastante difícil de asimilar—, también podemos entender la opresión que realiza la ciudad con sus máquinas, con el sistema de trabajo globalizado y el estado de abulia de los integrantes de los engranajes a los que sume esa marea, considerando así a Cosmópolis como un ente aplastante que somete al individuo.
Rosa Arciniega plantea la resistencia del individuo desde el interior de sus pensamientos, sin pasar realmente a la acción, convirtiendo la distopía, y su clásico guion de lucha ante el aplastamiento, en una batalla moral, en una distopía, así, sentimental.
Nadie se opone a un partido central y poderoso, ni lleva a cabo atentados, ni escribe manifiestos revolucionarios y peligrosos que cuestionan el poder omnímodo, en absoluto. Simplemente, y en esta simpleza reside la mayor grandeza de la novela, se nos muestran los procesos que tienen lugar en los corazones de las personas: aquellas que son incapaces de cambiar y aceptan el estado de las cosas como son y que no tienen futuro moral, mientras otras han decidido formar parte notable del sistema y progresar aprovechándose de él. La corrupción corrupción moral las convertirá en muertos en vida.
Por último estarán quienes se opongan a lo establecido como obligatorio mediante la solidaridad, el amor, la ayuda y el intento del deshielo de las emociones propias y ajenas. Su triunfo será la vida en la utópica Naturaleza —porque la mayor derrota para Cosmópolis y todo lo que significa es la vida en el campo—, o permanecer en la ciudad y su vórtice convirtiendo a los descreídos.
De esa manera, los personajes de la novela de Arciniega manejan una moral redentora o una moral que los condenará, o se encuentran en el proceso de volcar el fiel de la balanza de un lado o del otro. Tal es el interesante análisis psicológico que ofrece el texto.
Por todo esto, nos encontramos ante una distopía muy especial y debemos alegrarnos de que Espuela de Plata/Renacimiento haya recuperado a esta formidable narradora para los lectores españoles y que, además, anuncie la edición de algunas otras de sus novelas.
Leer Mosko-Strom no es sumergirse en el torbellino de las grandes metrópolis, sino dejarse abrazar por la prosa inteligente y cálida de una autora que termina haciéndonos reflexionar, inmersos en un libro de unos tentáculos literarios de gran calidad, tan poderosos como para llevarnos al vórtice de la buena escritura; esa que se ocupa del alma y del corazón.